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Málaga 2024 | El superviviente del Holocausto que superó su trauma gracias al flamenco

Peter René Pérez es un austriaco nacido en 1936 en el seno de una familia judía sefardí que sobrevivió a un campo de concentración y que protagoniza 'Pepi Fandango', un documental de Lucija Stojevic que se ha presentado en el Festival de Málaga

Fotograma de 'Pepi Fandango' / CEDIDA

Málaga

Peter René Pérez siempre tuvo una unión con España. Su apellido refleja el pasado sefardí de su familia, al que le cuesta seguir la pista. "Mi padre se inventaba que venía de Zaragoza, quién sabe", dice a sus 87 años en el Festival de Málaga donde viene a presentar Pepi Fandango, un documental que dirige su amiga Lucija Stojevic y que recorre un viaje desde Austria, país donde nació y donde vive, hacía Paterna de Rivera, un pueblo de 5000 habitantes de la provincia de Cádiz. La unión de todo ese viaje es el flamenco, una música con la que tiene una relación especial. "El flamenco es vida", insiste este superviviente del Holocausto que lidia con el trauma del pasado gracias a la música folclórica española, que le ha dado hasta un apodo, el de Pepi, con el que le llaman todos sus amigos españoles.

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Todo comenzó en 1938 cuando la Gestapo empezó a detener a judíos en pleno auge del nazismo. Su familia fue huyendo escalonadamente a Francia. De los últimos en hacerlo fueron él y su madre, que vieron cómo un nazi apuntó a a su madre con una pistola tras haber saqueado todas sus pertenencias. De París, ante la capitulación francesa, huyeron al sur, esquivando los bombardeos y acabaron ingresando en uno de los muchos campos de concentración donde la democracia francesa encerró a los judíos, a los gitanos y a los españoles republicanos. Fue en Campo Joffre de Rivesaltes, al pie de los Pirineos donde se detuvo a esos "indeseables", entre ellos miles de niños como Peter. En uno de esos barracones, coincidió con otros niños españoles, algunos gitanos, que cantaban. "He conocido el flamenco de un modo un poco especial y un poco duro en un campo de concentración, de chiquitillo", explica. Con cinco años separaron a toda la familia y se quedó solo. "Afortunadamente para mí, estaba con mis gitanitos. Todos estábamos aterrorizados, pero ellos podían cantar, con el fandanguito expresaban el terror que sentíamos, esa letra hablaba de dónde está el padre, la madre, del miedo". No entendía las letras, solo palabras sueltas, que con el tiempo fue recordando. Hoy habla en español e incluso le sale acento gaditano.

Uno de sus amigos de niño en el campo fue Paco, un gintanillo español, que había huido con su familia de la guerra que inició Franco. Todavía lo recuerda, pues murió de hambre y frío, un dolor que todavía siente a pesar del paso de los años. "Se murió dándome la mano. Se me quedó en la entraña, como se dice aquí en Andalucía". El flamenco está asociado a ese momento. Para él entonces no era un arte, sino un sistema de comunicación. Así es como se entiende la música, que funcionó como un arma de supervivencia en uno de los momentos más dolorosos de su vida y de la historia mundial. Durante mucho tiempo no pudo escucharlo, pero luego se apasionó y se obsesionó con la música. Su historia la conoció de casualidad la directora Lucija Stojević, que decidió acompañarle en un viaje físico y psicológico, del presente al pasado, de Viena a Cádiz recorriendo algunos lugares que todavía tienen heridas de ese pasado violento que Europa sufrió. "Tenía miedo de buscar el flamenco en Andalucía. Al principio me trataban como un guiri, pero luego me consideraron uno de ellos".

La directora recuerda el momento en el que se conocieron. Ella rodaba su anterior documental, La Chana, reconocido con los premios Gaudí y Feroz y nominado a los Premios del Cine Europeo. Pusieron un disco de un cantaor y, poco a poco, el rostro de Pepi se contraía de dolor. "Empezó a llorar. Me contó su historia e inmediatamente quedé cautivada por ella y salí de casa de Pepi profundamente conmovida y convencida de que tenía que llevarla a la pantalla”. El resultado es una película íntima, que transcurre a lo largo de siete décadas y en tres países diferentes. Con las cicatrices de una infancia traumática, Pepi redescubre la fuerza de la vida a través del poder de la música y de la amistad.

Es difícil decir que a pesar de los pesares, Pepi y su familia tuvieron suerte. Rivesaltes fue conocido por su papel clave en la política colaboracionista del régimen de Vichy, ya que sirvió para el agrupamiento de judíos antes de su deportación a campos de exterminio como Auschwitz o Mauthausen. Pepi y su familia lograron escapar de ese destino, en parte gracias a compañeros españoles de encierro, que falsificaron documentos para poder trabajar y vivir en la mina de La Caunette. Esta artimaña, unida a la necesidad de mano de obra en Francia, les libró de la muerte. Por todo ese recuerdo, dice que fue muy doloroso volver a ese lugar, y que no le gustan los lugares de memoria. "Para mí es una localización absurda, no digo que esté mal que las instituciones recuerden, pero para mí, simplemente no lo puedo vivir de nuevo. De hecho, durante la visita, me protegieron bastante para que no entrara en según qué sitios", recuerda su única visita a ese campo donde estuvo de niño. Allí vuelve junto a su amigo Alfred, como paso para escribir ese fandango que tanto ansía escribir.

Imagen del campo de concentración francés donde estuvo encerrado Pepi Fandango / CEDIDA

Es inevitable mirar a aquellos años de hambre, persecución y violencia de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil y no pensar en cómo se ha banalizado la historia y en cómo seguimos repitiendo algunos erroes. "Obviamente la película la hicimos antes de que todo lo que está pasando", dice la directora refiriéndose a Gaza "Ahora es todavía más importante, porque la película refleja lo que pasa cuando nos olvidamos y volvemos a repetir los mismos sufrimientos, los mismos patrones. Es importante que alguien como Pepi pueda explicar qué significa ser una víctima del odio y llevar con eso toda la vida. Ahora hablamos de las víctimas mortales en Gaza, Israel, Rusia o Ucrania, pero hay mucha gente que sobrevivirá y va a tener que vivir con ese trauma toda la vida", explicaba la directora.

La película ha servido también para que Pepi hable de su pasado con sus hijos. "Yo tengo dos hijos, pero nunca les he hablado de verdad de aquellos tiempos. Sería como recordar esa pena y había una distancia con eso que la película ha cambiado en positivo. Ellos también han crecido, han madurado, son adultos, y ahora la historia familiar empieza a ser importante", cuenta este superviviente, cuyos hijos andan ahora salvaguardando todos los documentos que reflejan aquel horror. Pepi fandango es una reflexión sobre el pasado, sobre el legado y la memoria, pero también una historia de amistad. La de Pepi hacía aquellos niños que murieron en el campo de concentración, y la de su mejor amigo austriaco, que le anima a afrontar esa música que le ha perseguido toda su vida y que realiza con él uno de los viajes más importantes.

 
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