A Koldo solo le faltaron los mocasines blancos

Madrid

Robar siempre está feo, pero la estética de la corrupción en España convierte a Bigas Luna en un eufemismo y las películas de Torrente en una pulcra, casi topográfica, descripción de la realidad. Parece que entre nosotros toda degeneración barroca es posible y lo grueso es solo un paso hacia algo más grueso todavía.

Cómo si no se concibe una trama -siempre presunta- que mezcla porteros de whiskería, despachos ministeriales de altos vuelos, algún empresario local avispadete, un tropel de chinos y un gavilán del partido socialista con gustos más bien berlusconianos en materia de costumbres. Hasta en Netflix les parecería arrojado el planteamiento. Y no nos olvidemos, por cierto, de ese instinto básico de ocultar la pasta comprando pisos en un edificio llamado Copacabana en Benidorm. Al tal Koldo solo le ha faltado calzar mocasines blancos para ser más conspicuo.

Infelizmente, no es nada que nos coja por sorpresa. En estas décadas hemos visto coches oficiales que llevaban cocaína, casos de corrupción elocuentemente llamados Basuras o Brugal, o gentes que vendieron su alma por unos trajes que podían pagar. Ahora Koldo se une a esa galería de picaresca renovada que ya tiene entre sus retratos todo lo que va de Juan Guerra al Bigotes. Es todo tan deprimente que solo su cutrez, paradójicamente, llega a consolarnos.