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El Shakespeare de Hollywood

Se cumplen 130 años del nacimiento del guionista de Ben Hecht, el mejor guionista del cine clásico.

Le llamaban el “Shakespeare de Hollywood” y algunos le consideran el mejor guionista de la historia. Era también el mejor pagado, pero sus servicios resultaban baratos porque era el escritor más rápido y eficaz del cine, capaz en ocasiones de escribir hasta cuatro guiones a la vez. Su nombre figura en los créditos de más de sesenta películas, una lista tan llena grandes títulos que sería imposible entender el cine del siglo XX sin él. Ben Hecht tocaba todos los géneros. Policiacos como Scarface, el terror del hampa o El beso de la muerte. Películas bélicas como Adiós a las armas. Comedias como Luna nueva o La comedia de la vida. Dramas como Cumbres borrascosas. Cine de suspense como Encadenados o Recuerda de Alfred Hitchcock. Westerns como Duelo al sol o películas de aventuras como Gunga Din o El cisne negro.

Pero además de esos sesenta y tantos títulos en los que Ben Hecht aparece acreditado como guionista hay otros en los no figura, pero en los que trabajó. Cuando un productor o un director pensaban que era necesario mejorar un guion; resolver un problema de argumento; añadirle algo de humor o simplemente darle un poco de sabor, también recurrían a él. Como apagafuegos sin derecho a firma, Ben Hecht paseó su pluma por decenas de películas más. Reelaboró, por ejemplo, el guion de Lo que el viento se llevó con el rodaje ya empezado y aportó su granito de arena en otros muchos libretos como los de Ángeles con caras sucias, La diligencia, Cleopatra o Gilda.

Cartel de la película Ángeles sobre Broadway, escrita por Ben Hetcht.

Ben Hecht nació el 28 de febrero de 1894 en una familia de inmigrantes rusos y judíos. Desde el principio apuntó maneras de niño prodigio. A los diez años era ya un virtuoso del violín y a los 12 sorprendía a todos como acróbata en un circo. Lo que quería de verdad era ser escritor y para ello, a los 16 años, se trasladó a Chicago. Allí encontró trabajo en un periódico como “conseguidor de fotos”, es decir, se encargaba de pedir a sus familiares fotos de personas que habían sido asesinadas o muertas en accidentes. Pronto dejó de buscar fotos para convertirse en periodista, especializándose en crímenes y corrupción política, dos temas que en el Chicago de los años 20 daban bastante juego. Pasó un tiempo también como corresponsal en Alemania donde escribió su primera novela. A su vuelta se trasladó a Nueva York donde editó varias revistas literarias. Un día conoció al también escritor Charles MacArthur y juntos escribieron una obra de teatro en la que Hechtsatirizaba la profesión periodística tal y como él la había conocido en sus años de Chicago. Se titulaba Primera plana y tuvo un éxito colosal en Broadway. De ella se harían con los años hasta cuatro adaptaciones al cine.

El éxito de Primera plana hizo que el nombre de Ben Hecht empezará a sonar lo suficiente como para atraer la atención de Hollywood. Un día recibió un telegrama desde allí que le remitía su amigo y también escritor Herman Mankiewicz y Ben Hecht dejó el periodismo y se marchó a Hollywood para convertirse en guionista. Con su primer guion, La ley del Hampa, consiguió ganar el Oscar. En él Hecht vertió todos los conocimientos del submundo del crimen que había acumulado en sus años de periodista. La llegada de Ben Hecht a Hollywood supuso una bocanada de realismo en las historias que se contaban, tal y como explicaba el Catedrático de Historia del Cine de la Universidad del Sur de California Rick Jewell. “Sabía cómo escribir en un plazo breve, que era algo imperativo en el periodismo, pero también en el mundo de los guionistas de Hollywood. Además, sus historias en los periódicos estaban impulsadas por los personajes y la inmediatez de lo real y él aportó esa cualidad a sus guiones”.

En 1940 adaptó él mismo su obra Primera plana para la película Luna nueva que iba a dirigir Howard Hawks, cambiando el sexo de su protagonista. Howard Hawks fue el director con el que más veces repitió Ben Hecht. Los dos eran grandes amigos y les encantaba trabajar juntos. También fueron famosas sus colaboraciones con Alfred Hitchcock. Fue el productor David O. Selznickquien les unió. El productor sentía cierta precaución ante la tendencia al truco y al efectismo del genio del suspense y pensó que Hecht frenaría sus excesos. Juntos escribieron Recuerda. El guionista se encargaba de la estructura y la narración y Hitchcockde adornar las escenas con su capacidad visual. Al año siguiente, repetirían con Encadenados, uniendo al argumento de suspense y espionaje una intensa historia de amor.

Ben Hecht era también escritor. Escribió 25 novelas, más de doscientos cuentos y una veintena de obras de teatro. Tenía además otra faceta artística. Montó una orquesta en la que él tocaba el violín y en la que también estaba Harpo Marx. Groucho intentó unirse, pero el bigotudo solo sabía tocar la mandolina y sus habilidades musicales eran mucho menores que las de su hermano. Los Marx y Ben Hecht eran grandes amigos y el guionista colaboró con ellos en su película Amor en conserva.

Guionista, escritor, músico… por si no bastara, Ben Hecht tuvo otra faceta destacada, la de agitador político. Era judío y fue uno de los primeros en llamar la atención en los Estados Unidos sobre el genocidio que se estaba produciendo en Alemania. El guionista consiguió llenar el Madison Square Garden de Nueva York y el Hollywood Bowl de Los Ángeles con una serie de discursos en los que advertía de la matanza que se estaba produciendo. Tras la guerra, Hechtse encargó de recaudar fondos para fletar barcos que llevaran a los judíos a Palestina, por entonces protectorado británico. Uno de aquellos barcos, de hecho, llevaba su nombre. La polémica estalló cuando en una entrevista, Hecht justificó los atentados terroristas que el Irgún sionista cometía en Palestina contra los británicos. Eso hizo que fuera declarado persona non grata en Gran Bretaña y la razón también de que muchos de sus guiones los firmara con pseudónimo, para evitar el boicot en las pantallas inglesas de las películas en las que trabajaba.

Ben Hecht fue el arquetipo de guionista de los años treinta y cuarenta. Hombres cultos, llegados del teatro o la literatura y con inquietudes políticas e intelectuales. Un perfil que se fue perdiendo después de la guerra por culpa del “Macartismo”. Hecht añadió además una profesionalidad que le hacía válido para todo tipo de proyectos. Los más serios, pero también los más frívolos. Él fue, por ejemplo, quien escribió los diálogos de Marilyn Monroe en Me siento rejuvenecer, uno de los primeros títulos en los que destacó la actriz. Precisamente trabajaba en una biografía de Marilyn cuando Ben Hecht falleció el 18 de abril de 1964 a los 70 años. Hoy se le recuerda como el guionista que personificó la época dorada de Hollywood. Una figura que ha tenido una enorme influencia posterior. “Si miras el conjunto de su obra te das cuenta de que fue uno de los verdaderos gigantes que destacaba en una época que estuvo llena de gigantes. Por eso, para mí, siempre será el guionista por excelencia”, sentencia el profesor Rick Jewell, Catedrático de Historia del Cine de la Universidad del Sur de California.

 
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