"¿Nos importaría tan poco?": la reflexión de Maruja Torres sobre Julian Assange y lo que le está ocurriendo a la libertad de expresión

Madrid

Hace más de trece años que WikiLeaks dio a conocer los documentos por cuya filtración esta semana un tribunal inglés va a decidir si extradita a Estados Unidos a su autor, Julian Assange, para que le den pal pelo por lo que allí se considera espionaje supremo, y que solo fue, o nada menos, un servicio público de valor inconmensurable.

Durante este tiempo el mundo ha ido endureciéndose, comiéndose con patatas la prolongada crisis económica, la Primavera Árabe, la guerra civil de Siria, las protestas del Euromaidán en Ucrania (comprenderéis que estoy tirando de Wikipedia), las guerras civiles de Yemen y Libia, el ISIS y sus matanzas terroristas, el Brexit y adiós muy buenas, el triunfo por votación de seres peligrosos para la democracia y de sus no menos turbulentos peluqueros y, en fin, varias catástrofes, naturales o no, una epidemia mundial, la invasión de Ucrania por el miserable Putin y, finalmente, el ataque brutal e indefendible perpetrado por Hamás en Israel, seguido por el exterminio por parte del miserable Netanyahu de decenas de miles de civiles palestinos: hombres, mujeres, niños, viejos, sanitarios y periodistas. Y así estamos. En vivo y en directo. Atropelladamente. Durante trece años.

Y ahora decidme. Si la filtración de WikiLeaks se produjera hoy, ¿nos importaría tan poco, o incluso menos, que lo que nos importará cuál será el veredicto y lo que vaya a ocurrirle a Assange y, con él, a la libertad de expresión? De piedra pómez nos estamos volviendo.