No renunciemos a la esperanza

Acabo de volver de La Habana. He participado allí en la Feria del Libro, una actividad cultural que se organiza en medio de una situación económica difícil, muy difícil, debido al bloqueo económico de los EEUU. Falta petróleo, falta papel, pero no se renuncia a los libros. Cada cual tiene derecho a pensar como quiera y deba sobre Cuba, pero tal como está el mundo, con Ucrania en un lado, Gaza en otro, y el fundamentalismo islámico más allá, es poco legítimo bloquear la economía cubana, utilizando además argumentos que en realidad tienen que ver con los procesos de paz de Colombia.

Me escapo de las reuniones oficiales para ir a casa de Aitana, la hija de Rafael Alberti y María Teresa León. Mi amiga vive en la isla desde hace muchos años. Su casa se llama Pleamar, como el libro que le dedicó Rafael, celebrando su nacimiento en 1941.

Un buen recuerdo en un tiempo difícil. Alberti y María Teresa se habían exiliado en América después de la Guerra Civil. La República era sustituida en España por un gobierno apoyado por el fascismo y el nazismo. La Segunda Guerra Mundial tejía sus bárbaros hilos de muerte para extenderse por el mundo. Entonces llegó Aitana, y el poeta miró con sus ojos la fuerza de la vida. Para ti, Niña Aitana, en estos años tristes, mi más bella esperanza.

Al volver a España, me entero de que se nos ha muerto Fernando Delgado. Recuerdo a Fernando, sus conversaciones con la muerte en el libro. Dónde estuve. Se apoyaba mucho en la música de Verdi. Ahora, descanso en paz, porque su música, no me deja dormir. La ciencia y la técnica son sin duda muy importantes. Pero a veces conviene apoyarse en la poesía y la música para saludar el paso de los días. No renunciemos a la esperanza.