Milei a la vez en todas partes

Milei, convertido en estrella de rock con su novia. Milei, llorando como una magdalena en el Muro de las Lamentaciones. Milei, haciéndole un Rubiales al papa Francisco, con silla y todo. Milei haciendo manitas con Giorgia Meloni. Milei, pidiendo el voto para Vox en Galicia... Este hombre no para de salir en las noticias. ¿Seguro que no tiene una docena de dobles que van por ahí multiplicando su presencia pública?

Milei todavía no es un dictador, pero le pega hacer cosas de dictadores, como tener dobles que le sustituyan en las ceremonias. Franco, quizás por ahorrar, no tuvo dobles en la realidad pero sí en la ficción. El protagonista de la película Espérame en el cielo, un hombre gris con un sorprendente parecido con el Caudillo, vivía encerrado en los sótanos del palacio del Pardo y se comunicaba con su antigua novia haciéndole un gesto convenido cada vez que salía en el NODO inaugurando un pantano. ¡Pobre!

Si yo fuera dictador también tendría un doble. O varios. Y me ocuparía de que mantuvieran la línea, tuvieran el cutis hidratado y llevaran el pelo bien cortado. Yo, por mi parte, les haría un contrato de larga duración y me comprometería a cuidar mi salud para que pudieran llegar a la jubilación con los suficientes años cotizados.

El que más dobles tenía era Stalin. En la película La muerte de Stalin aparecen seis o siete. Cuando dejan de ser necesarios, Kruschev los despide sin contemplaciones ni derecho a indemnización. Pobres sucedáneos de Stalin, todos idénticos, con el mismo bigote en forma de babosa, con los mismos ojillos de mirada pérfida, todos abandonados en la calle, sin saber para dónde tirar, aturdidos como canarios fuera de la jaula. Así no se trata a unos dobles.