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Vincent Lindon: "La gente que no paga impuestos está diciendo que le da igual la sanidad y la educación"

El actor francés protagoniza 'Sangre y dinero', serie de Filmin que retrata un caso de corrupción muy sonado en Francia que vendía tasas de carbono para evitar el impuesto de la Unión Europea

Vincent Lindon, en la ceremonia de los premios Lumiere (Photo by Arnold Jerocki/Getty Images) / Arnold Jerocki

París

El actor francés Vincent Lindon es uno de esos intérpretes capaces de cambiar de piel, de clase social y de estilo en cada una de sus interpretaciones. Ganador del Premio a mejor interpretación en Cannes con La Ley del mercado, una película en la que se enfrentaba al sistema bancario y a las inmobiliarias, ha sido también un director de una multinacional con la obligación de despedir al personal, en Un nuevo mundo, y ha sido un sindicalista en pie de guerra contra los jefes de su empresa, precisamente por los despidos. Tres papeles que le dio Stephan Brizé, que lo calificó de un actor burgués y proletario a la vez. "Soy una mezcla de los dos. Soy un burgués que vive como un no burgués, y soy un no burgués que vive como un burgués. No tengo una vida especial para ser actor", reconoce en una entrevista en la Cadena SER en el marco de Unifrance, en París.

"Trabajo solo, no tengo jefe de prensa, no tengo guardaespaldas, no tengo redes sociales. Cero. No hago publicidad para marcas de perfume. Voy por ahí con mi scooter. Vivo como todo el mundo, hago lo mismo, voy a la compra, soy bastante cercano, me gusta la gente, me fijo en qué hace cada persona", añade el protagonista de Sangre y dinero, una de las series que estuvo en el pasado Festival de Venecia y que llega ahora a Filmin. Interpreta a un inspector de policía que se encarga de seguir el rastro del dinero de la corrupción. "Lo que más me gusta del personaje es esa obsesión de intentar, en un mundo donde es difícil discernir entre el bien y el mal, donde todo vale, donde todo es posible, su determinación de acercarse siempre a la democracia, al orden, a la moral, al bien, a la cortesía", dice sobre su personaje.

Xavier Giannoli, director de películas como Las ilusiones perdidas o La aparición, película en la que Lindon hacía de periodista, adapta a la pequeña pantalla un caso real de corrupción. "Es una historia que no va a tener temporadas, tiene un principio y un final, y está rodada en 35 milímetros, como en el cine", insiste Lindon. Ocurrió en 2005, justo cuando la Unión Europea había implementado el impuesto sobre el carbono para luchar contra el cambio climático. Pero, hecha la ley, hecha la trampa, las empresas empezaron a pagar a otras para tener más margen y contaminar más. Esa situación la aprovechan dos estafadores de Belville, un barrio multicultural al noreste de París, donde la comunidad de judíos tunecinos es muy importante. Estos dos delincuentes, convertidos en nuevos ricos, hayan la manera de desviar miles de millones de euros de esas cuotas de carbono evitando pagar el IVA a través de transacciones entre distintos países, y llevando el dinero a Suiza, como todo millonario que se precio, ya sea nuevo o de los de toda la vida.

"Para mí, alguien que no paga impuestos me parece alguien que no es respetable. ¿Qué mensaje envía alguien que no paga impuestos? Creo que nos dice que le dan igual los hospitales, que le dan igual las enfermeras, que se la da igual la policía, la educación, la escuela. Que le da igual los bomberos, los carteros. Sin embargo, si esa persona está en un incendio, va a querer que los bomberos tengan a salvarle, si está malo querrá ir a un hospital. Hay que pagar impuestos. Por norma general, la gente paga impuestos, son solo algunos que se creen por encima de todo, pero es la ley. Yo los pago, me gusta pagar impuestos", insiste el actor que interpreta al único personaje de la serie que no mantiene el nombre real y que es una mezcla de los tres. Una especie de Robin Hood moderno que cree en eso de pagar impuestos y que lidia con una hija adicta a la heroína. "Es un personaje fascinante, que me encanta, que tiene los diálogos muy bien escritos y que vive situaciones formidables. Es una suerte hacer una película así. Es raro encontrar un proyecto tan grande como este. No le pasa a todos los actores que tienen esta gran oportunidad, y yo no la podía pasar", insiste Lindon.

El caso fue bautizado como "el fraude del siglo" por los medios de comunicación franceses y contó además con un ricachón, el yerno de un gran empresario, judío también, que se dedicaba a apostar en los mercados y en las mesas de los casinos. Lo más sangrante del caso es que la corrupción se hizo con el medio ambienta un tema crucial en el presente y el futuro de todo el planeta. "Evidentemente, si se toma el medio ambiente todo está perdido", dice Lindon. "Pero también si se usa la violencia todo está perdido. Si e usa el comercio ilegal todo está perdido. Si se usan las guerras, todo está perdido. Ganamos dinero haciendo la guerra. Es terrorífico. Es la gran enfermedad de este mundo. Hay algo nuevo en esta serie que es esa tasa al carbón que es terrible. Estoy de acuerdo en que si acabamos con la ecología, es que vamos a acabar con todo, con la tierra, con el mundo, con el planeta. Es terrible", reflexiona algo negativo este actor que asegura que busca hacer buenos personajes, con buenos guiones, pero sobre todo con temas que hablen de la sociedad actual.

Quizá de ahí la dupla que logró con Stéphan Brizé, que ahondó en los conflictos laborales y la precariedad, o con Claire Denis, con quien se convirtió en un soldado en las colonias francesas y hasta en un amante tóxico. O con Julia Ducournau en Titane donde fue un bombero que adoptó a un niño trans. El que fuera protagonista de las revistas del corazón, por su relación con Carolina de Mónaco, ahora dice vivir una vida tranquila, alejada de los anuncios de perfume, de las fiestas y las promociones y centrada en el cine y en observar a la gente y aprender sus oficios, como el de este policía que, a lo largo de la investigación, se inmiscuye también en la fe de sus investigados. La serie habla de las diferencias de clase dentro de la propia subcultura de la delincuencia. Los malotes del barrio de Bellville, vestidos con marcas y llenos de logos y oro, frente a la riqueza de esos empresarios que juegan también a robar el dinero de la sociedad, pero visten y se comportan de modo más elegante. Todos son además judíos, pero entre ellos hay también grandes diferencias.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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