Un mundo feliz
¡Qué bárbaros estos comunistas, que ni siquiera dan permiso para enamorarse!
Ignacio Martínez de Pisón: "Un mundo feliz"
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Madrid
Cuando no sé qué hacer, entro en alguna hemeroteca online y me pongo a leer periódicos antiguos. Los que estuve leyendo ayer eran de 1964. Aquello sí que era un mundo feliz, y no el de Aldous Huxley. Entonces los periódicos solo traían buenas noticias y, si alguna vez se hablaba de algo malo, era porque ya estaba arreglado: los estragos de la polio no aparecían en la prensa; la vacuna, sí.
Había también noticias enternecedoras, como la celebración de la Cruzada de la Bondad, en la que participaron diez mil niños. Y noticias pintorescas, como la convención de personas con apellido vegetal. El presidente de la agrupación se apellidaba Verdura Pera, y ese año otorgaron a San Isidro el título de Cultivador Celestial.
Así era la España de los veinticinco años de paz, una España sin malas noticias. Pasaban, por supuesto, cosas malas, pero siempre en el extranjero, y casi siempre al otro lado del Telón de Acero. El 22 de agosto se supo que Alemania del Este había suprimido del diccionario la palabra amor.
¡Qué bárbaros estos comunistas, que ni siquiera dan permiso para enamorarse! Así se explica que los pobres ciudadanos de Berlín Oriental hicieran cola para pasarse al otro lado. Un día de mediados de septiembre un perro llamado Hasso se arrojó a un canal que separaba los dos sectores de la ciudad y logró ganar la otra orilla. ¡Bienvenido al mundo libre, Hasso!