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Los jóvenes, en el trabajo: ¿Quejicas, desentendidos e incrédulos?

La encuesta de 40dB analiza las percepciones de los jóvenes en el entorno laboral

Jóvenes en el trabajo. / Thomas Barwick

Jóvenes en el trabajo.

Madrid

Hace algunos meses, me contactó un directivo de una gran consultora para compartir sus angustias con respecto a los jóvenes de su plantilla y, de paso, para exponerme su profundo desconcierto con una generación que decía no comprender en absoluto. El discurso me era de sobra conocido, pero me llamó la atención su perspicacia. Al final de la conversación, a modo de conclusión, me espetó: ‘En definitiva, lo que quiero saber es por qué los jóvenes no se sacan el carné de conducir’.

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En los entornos laborales de los Boomers, esta perplejidad con respecto a los jóvenes se convierte con frecuencia en críticas ácidas. Se dice que, en el trabajo, las nuevas generaciones pecan de quejicas, poco comprometidas y descreídas. ¿Qué hay de cierto en todo ello?

Según el Barómetro de 40dB. para El País y Cadena SER, la Generación Z es, en general, la menos satisfecha con el trabajo, lamentándose más que otras del horario y la carga laboral. Igualmente, los/as jóvenes son menos dados a pensar que trabajar en la misma empresa toda la vida sea algo positivo. En este mismo sentido, el fenómeno de la Gran Dimisión (renuncias voluntarias masivas) es mucho más conocido por los Z, ya sea porque han oído hablar de ello o porque alguien de su entorno ha abandonado su empleo o tiene intención de hacerlo. Además, esta generación es más escéptica con respecto a que el esfuerzo lleve a la prosperidad económica o a que todo empleo sea útil para la sociedad. A la luz de la encuesta, por tanto, parecería que, en el medio laboral, las nuevas generaciones sí son más lloronas, desentendidas e incrédulas.

Visto desde otra óptica, sin embargo, los Z forman la generación más preparada de la historia, pero sufre más que sus mayores el paro, la precariedad y los bajos salarios. Como es lógico, se sienten económicamente agraviados. Frente a este menoscabo, optan por ahorrar (es la generación más ahorradora), por compartir en vez de renunciar (recurren a prácticas colaborativas, como en consumo colectivo), y son, en algunos aspectos, más pesimistas: es la primera generación convencida de que vivirá peor que sus padres y, pese a su corta edad, gozan de una peor salud mental. Los jóvenes, además, se caracterizan por ser militantes de la diversidad: representan la generación menos cohesionada por la religión (seis de cada diez no son creyentes) o por el orgullo nacional, y son más diversos sexualmente (un tercio de ellos/as no son heterosexuales), más feministas y tolerantes con la inmigración, además de combativos con la crisis climática.

El agravio económico y la diversidad condicionan la relación de la Generación Z con el trabajo, más compleja, desde luego, que los Boomers, con opiniones y actitudes que se sitúan con frecuencia en el extremo opuesto. Así, si los jóvenes revelan menos satisfacción con su empleo no es porque sean más ‘quejicas’, sino porque se sienten frustrados; si cambian con más frecuencia de trabajo no es porque no estén comprometidos, sino porque son militantes de una diversidad que les hace abiertos a explorar distintas opciones. Si no creen tanto en la recompensa por el esfuerzo no es porque sean descreídos, sino porque, como agraviados, ven el presente con más pesimismo.

Y, sí, el consultor boomer de la llamada tenía razón: los/as jóvenes son menos propensos a sacarse el carné de conducir. Tener coche es caro, ata, y las formas de movilidad, como ellos/as mismos, se han vuelto muy diversas.

 
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