Guerreras, cazadoras y pintoras prehistóricas: las mujeres también estaban allí

Madrid

Uno de los retratos más comunes en los libros es el de la familia prehistórica en el que aparece un hombre cazando y una mujer cuidando de los niños, recolectando y realizando tareas que se invisibilizan en detrimento de la importancia que se le otorga a la figura masculina. La arqueología, ciencia que estudia los cambios que se producen en las sociedades, nació en el siglo XIX y la estudiaban hombres pertenecientes a la élite intelectual. Estos acaparaban el discurso y elaboraban un relato que trataba de sostener las enormes desigualdades de la época y reforzar una posición de poder que, con la conquista de derechos de las mujeres, estaba cada vez más cuestionada.

Marga Sánchez es catedrática de Prehistoria en la Universidad de Granada y dedica su vida a su estudio desde un prisma diferente. "Se ha considerado que ciertas actividades eran de hombres", comentaba Sánchez en los micrófonos de A Vivir. Asumir que las mujeres no cazaban es una verdad absoluta imposible de demostrar y responde a un tratamiento de "blanco y negro empleado frecuentemente en la historia". Por esto, Sánchez intenta demostrar desde la ciencia que las mujeres estaban ahí a través de pruebas empíricas que reescriban el relato.

"Hemos encontrado sepulturas de mujeres cazadoras", afirma Sánchez. En uno de los estudios concluye que "el 79 % de las denominadas sociedades cazadoras recolectoras actuales las mujeres participan en partidas de caza mayor". Un dato que contrasta con el relato que se ha transmitido a lo largo de la historia. "Al darle importancia a algunas actividades, se ha menospreciado lo doméstico", señala Sánchez. El papel de la mujer en las sociedades prehistóricas era transversal y no estaba encasillado a un rol determinado.

"En ciencia siempre funciona hacerse una pregunta distinta", apunta Sánchez como clave para cambiar la perspectiva desde la que miramos la historia. El uso de la tecnología, cada vez más precisa, ayuda a los científicos a determinar con exactitud la fecha de un hallazgo, pero también su autoría. Para demostrar que pertenece a una mujer la autoría de una pintura rupestre, por ejemplo, es necesaria una prueba de una huella dactilar, mientras que, normalmente, se le atribuye al hombre.