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Adriana Ozores: "Es muy valiente y divertido retratar a esa clase alta casposa de España"

La actriz protagoniza 'Galgos', el 'Succession' ibérico de Movistar Plus+, en el que interpreta a una rica empresaria de un grupo de cereales y galletas que se enfrenta a la corrupción, las marcas blancas y las nuevas leyes saludables

‘Galgos’, un ‘Succession’ de la España casposa con Adriana Ozores

‘Galgos’, un ‘Succession’ de la España casposa con Adriana Ozores

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Madrid

Ricos sufriendo y herencias familiares. Es casi un subgénero dramático que ha enganchado al público durante décadas y que ha revivido en los últimos años con la multipremiada Succession a la cabeza y con títulos más satíricos como The White Lotus. El audiovisual español, que tiene una larga tradición de melodramas familiares, sigue esa tendencia con Galgos, ficción sobre el poder y la familia de un grupo empresarial dedicado a la alimentación. "Cuando se hace un análisis un poco más profundo de la serie no se está hablando de ricos, tiene mucho más que ver con la familia. Creo que esta serie extrapolada a una familia que no tiene esas capacidades adquisitivas, funcionaría exactamente igual, estaríamos hablando básicamente de lo mismo. Lo que pasa es que creo que la genialidad de la propuesta es que sea una clase alta, claramente de este país y claramente casposa. Entonces eso me parece muy divertido y me parece muy chulo que los directores y guionistas hayan sido así de valientes", defiende Adriana Ozores, protagonista de la serie de Movistar Plus+ escrita por Francisco Kosterlitz, Clara Roquet, Lucía Carballal y Pablo Remón, y dirigida por Félix Viscarret y Nely Reguera.

La actriz interpreta a una matriarca que asume las riendas de la empresa familiar, el Grupo Galgo, tras años dedicada a proyectos filantrópicos. El negocio de cereales y galletas lo había dejado en manos de su hermano, su marido y sus hijos, pero la competencia de las marcas blancas, la amenaza de despidos y una nueva legislación sobre el azúcar ponen en peligro del futuro de la empresa. "De entrada hay algo de matriarca, de señora empoderada, yo no lo he vivido desde ahí. A esta mujer le pasa esto más allá de ella, de sus capacidades, si luego se descubre que tiene capacidades, pero me parece que el viaje de la señora empoderada, que ya lo hemos visto, aquí no está, es una mujer que está en otro mundo, en otro rollo y de repente por sorpresa le vienen unas circunstancias vitales que le obligan a ser de otra manera. Eso me parece más interesante para contar", explica de su personaje, una mujer que batalla por mantener el equilibrio en la empresa y no desatar una guerra en la familia Somarriba.

"Ella se va dando cuenta de quién le rodea y ella se va dando cuenta de que ella es eso también. O sea, no es tanto, los demás son uno malotes, sino que ella también tiene lo suyo. Las circunstancias le obligan a ser de una determinada manera, a renunciar a una serie de cosas, a hacer daño a gente que quiere mucho. En todo ese viaje no es, los demás son muy malos y yo soy la buena. No, no tiene que ver con eso", aclara de su relación con una familia donde cada uno tiene sus propias aspiraciones y buscan su parte del pastel mientras lidian con sus problemas personales. Le acompañan en el reparto Óscar Martínez, su marido, el camarero y vendedor de enciclopedias del que se enamoró y con el que emerge una tensión de clase, y, entre otros, Patricia López Arnáiz y Marçel Borràs, los hijos que compiten por la dirección comercial de la empresa.

En Galgos hay un retrato de esas dinámicas familiares intoxicadas por el poder y el dinero, pero también una crítica mirada a la clase empresarial de este país, a la corrupción y los sobornos. "Es absolutamente imposiblee separar estas prácticas del poder. O sea, estoy completamente convencida. Puede darse alguna excepcionalidad, pero creo que es intrínseco, cuando entras en un mundo de poder, esa es la energía que se maneja y los valores que se manejan", opina Ozores, quien cree que lo divertido está en ese reflejo de personajes tan reconocibles, de esa casta ibérica del norte de España. "Tú sabes que están hablando de tu país, de cómo se entienden las cosas, de cómo funciona esto aquí y no en otro país. Y además es que las localizaciones, no son casas de lujo ruso, todo como blanco impoluto, son casas castellanas del norte, de madera que cruje y escudos de armas. Es una cosa súper rancia, no vamos a la moda, no es gente rica que vive con lujo", bromea.

Pese a que no se considera una mujer empoderada en la serie, su personaje sí sufre, de manera cómica, esos momentos donde hombres le explican cosas, la corrigen o matizan. Lo que se denomina Mansplaining. "Es una coña muy divertida, está bien resaltarlo y darle la vuelta a eso. Ahora no tiene comparación con lo que pasaba antes. Yo no lo he sufrido. Primero, por haber tenido la familia que he tenido tan sumamente libre en cuanto a prejuicios, que no hemos sabido lo que es eso. Y eso que he tenido una familia muy especial en ese sentido, no he estado relacionada con ese tipo de mundo", dice. Sexta generación de una de las grandes sagas de actores de este país, los Ozores, la actriz reconoce que esa herencia está de alguna forma en la actriz que es hoy. "Hay muchas cosas que ya las he hecho, pero porque todas estas generaciones atrás las hicieron por mí. Hay muchas cosas que digo, esto yo no, mis preocupaciones son otras, seguramente aportar una manera de hacer la profesión, aportar otras cosas, otras miradas, otros puntos de vista. Pero sí que es cierto que cuando tienes ese bagaje detrás, si traes ya cosas", admite.

Ese legado le ha permitido también trabajar con libertad y con el privilegio de poder elegir muchos proyectos. "Yo creo que esta carrera tiene que ver con el talento y tiene que ver con la suerte, con la preparación. He tenido mucha suerte en este trabajo. Y he podido decir no. No todo el mundo tiene esa suerte. Ojalá hubiera mecenazgo, pero no es que hay. En los artistas, no. Nosotros no tenemos a nadie que nos ampare y tenemos que pagar lo que tiene que pagar todo el mundo. Decir 'no' es un vértigo importante, pero creo forma parte del compromiso con este trabajo", añade. Su compromiso, además del cine y las series, siempre ha estado cerca del teatro, de la magia del contacto directo del escenario. "El teatro es más íntimo. Estás infinitamente más solo, estás infinitamente más muerto de miedo. O sea, lo que pones en juego no tiene nada que ver con lo que tú pones en juego en el audiovisual. Pones tanto, tanto tuyo, con todas las inseguridades, con todo lo que eres. En el audiovisual es otra técnica, estás infinitamente más protegido, no hay color", cuenta.

Pese a los diferentes procesos creativos, Adriana Ozores no concibe ser una actriz títere, un gesto parlamente, sino una intérprete que forma parte del proceso creativo de sus personajes. "Pones este cuerpito, este pasado, este presente, este futuro. Para mí esa idea de que el actor es un mero medium que está hueco y vacío no lo entiendo. No me lo creo, no me lo creo. Creo que estamos poniendo todo lo que somos y lo debemos hacer de la manera más inteligente y utilizando lo que somos para el bien del personaje", defiende de su método, aunque confiesa que respecto a las anteriores generaciones de su familia echa algo de menos. "Por el momento histórico y el contexto para ellos el hecho de interpretar o de estar en el teatro era un juego, no había una cosa de gran responsabilidad. Dios mío, me lo tengo que saber. Estaban jugando, se lo pasaban genial. Ahora es todo lo contrario. Tú tienes que hacerte cargo de todo para bien y para mal, y creo que falta juego. Nos falta juego a los actores, eso da también mucha luz y muchas posibilidades, mucho vuelo", concluye.

 
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