Romantizar la nostalgia es una cosa que aprovechan los populismos

El tema de la emancipación es un problema lo suficientemente grave, pero al mismo tiempo, quizá es una muestra de cómo estamos cambiando como sociedad y de y cómo cambia una sociedad que intenta retrasarlo casi todo. La casualidad quiso que ayer, mientras hablábamos del tema, sonara una sonata de Mahler: ‘Estoy perdido para el mundo’. Es una sensación en la que vivimos y es una melodía que suena muchas veces, porque llueve, pero España se seca; cuando no se rompe, uno de cada cuatro hombres cree que se ha llegado tan lejos en el feminismo que sienten que ahora los discriminados son ellos. Y una de cada tres mujeres opina exactamente lo mismo. Creo que llevamos mucho tiempo viviendo en esto que le gusta mucho a Martín Bianchi y también a mí, esta frase que decía Pitita Ridruejo de que a mucha gente le conviene que llegue el Apocalipsis. Porque es verdad que vivimos en momentos de enorme desesperanza y hay un ensayo que a mí me parece extraordinario del periodista Héctor García Barnés, que se llama «Futurofobia», en el que dibuja unas distintas generaciones, la suya, que es la de los millennials, pero la que estamos viviendo ahora y la que refleja este informe, que es la de los centennials, en los que hay una enorme desesperanza Es una generación que no solo se encuentra con un mercado laboral aún peor que el que hemos tenido nosotros, a la que le resulta muy difícil -y vaya si lo acabamos de ver- independizarse y sufre muchos más problemas mentales que cualquier otra generación. Pero que quizá les estamos creando, recordándoles que no hay alternativa. Se lo recordamos en las conversaciones en casa y también en los medios de comunicación, y quizá han nacido con una desilusión ya incorporada. A lo mejor ni siquiera les hemos dejado que se desilusionen por su cuenta. Y con estos datos, que dan para muy poca broma, les invade la sensación de impotencia y desesperanza. Aunque haga tiempo que yo ya he dejado de ser joven, no me extraña que la boca de más de un oyente quizá ahora se estén pronunciando las palabras mágicas de «envidio la vida de mis padres». Porque creo que romantizar la nostalgia, los pasados idealizados y conservadores es una cosa que también han aprovechado y aprovechan los populismos. Pero quizá también esta situación es un retraso de la emancipación que va muy poquito a poco, no sea también porque es fruto de un cambio paulatino en nuestra sociedad, que a lo mejor no tiene por qué ser necesariamente malo siempre, claro, que sea algo elegido. Por ejemplo, el retraso en la maternidad que tenemos desde hace años quizás sea por convicción y no por la hostilidad del sistema o el nivel de ingresos que tenemos. Y que este retraso de la emancipación venga por otros motivos. A lo mejor también porque se está bien en casa, porque uno prefiere destinar sus ingresos a otras cosas mientras escucha una voz desde el salón que le dice «Pero ¿dónde vas a ir tú con el frío que hace?». Como retrasamos casi todo, porque a los 35 hoy uno sigue sintiéndose un chaval, los 70 son quizá los nuevos 50 y así sucesivamente. Quizá todo esto sea, como digo, fruto del progreso, sin quitarle ningún tipo de gravedad ni peso al asunto. O quizá todo sea cosa del pragmatismo y de ponerle un poco humor a la cosa. Como mi amiga Judy, holandesa, que hace tiempo me dijo ‘que tus hijos no tengan cuartos separados porque entonces nunca se irán de casa’.

Romantizar la nostalgia es una cosa que aprovechan los populismos

Ni siquiera hemos dejado a los jóvenes desilusionarse por su cuenta

Ángeles Caballero

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