El año nuevo empieza con todo lo malo del viejo

Madrid

Muy buenos días y feliz año nuevo, que yo todavía no se lo había deseado. Aunque visto lo visto, podríamos decir año nuevo que empieza con todo lo malo del viejo. Es verdad que sería muy naíf esperar que por el mero hecho de cambiar de año las cosas cambiaran, que a los que provocan las guerras les diera un ataque de lucidez y dejaran de masacrar inocentes, porque ni en Navidad han parado las matanzas en Gaza ni los ataques en Ucrania.

Sería naíf pensar que a los crispadores profesionales la Navidad les iba a reblandecer e iban a llegar a la conclusión de que no vale la pena, que la política tiene sus cauces y la democracia sus herramientas que, aunque algunos insistan en que no, funcionan. Qué poco les influyó el espíritu navideño, que hubo incluso quien decidió tomarse las uvas apaleando una piñata que representaba al presidente del Gobierno. Yo me pregunto. ¿De verdad esa gente no tiene casa, no tiene familia o amigos con quien disfrutar de las fiestas?

Bueno, pues visto lo visto, hay cosas del año viejo que se van a perpetuar en el nuevo. Ayer, con solo dos días de vida, 2024 ya dio alguna señal de que la guerra entre Israel y Hamás puede dar un salto cualitativo y esto solo puede ser a peor. Hamás responsabiliza a Israel de la muerte de su número dos en un bombardeo sobre Beirut en lo de que, de confirmarse, sería un golpe importante del ejército israelí sobre Hamás, pero además en Líbano, con las consecuencias que esto puede tener para la extensión del conflicto en la región. Veremos.

Y con solo dos días de vida, este 2024, ya nos ha mostrado que nada ha cambiado en la política doméstica. La performance, por ser generosa en el calificativo, montada en las puertas de Ferraz en la Nochevieja solo se puede entender después de haber escuchado a Abascal hablando de colgar al presidente del Gobierno por los pies y después de la falta de contundencia reiterada en las sucesivas condenas por parte del PP a hechos que merecen reprobación sin titubeos.

El PP se resiste a la condena clara en cuanto surge algún elemento polarizador. Como mucho condena, pero siempre seguida de un ‘pero’, y tras el pero, el ‘y tú más’. Esta vez vuelve a suceder lo mismo. Condena, tibia, pero que también condenen ellos cuando nos toque a nosotros, y así hasta lo siguiente, sea lo que sea. A ver si en este nuevo año se entiende que las palabras tienen consecuencias, y que son los responsables políticos los que tienen en su mano frenar esta escalada que solo nos puede llevar a lo peor como país. Es posible que solo si deslegitimando los excesos verbales, el odio y la violencia consigamos frenar la escalada, al menos habría que probarlo.

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