No llegaron ni a fin de enero
Anotó hace cincuenta años el poeta gallego Celso Emilio Ferreiro cómo en los cementerios yacen muertos de primera y de segunda. Y cómo se prodigan los monumentos al soldado desconocido, pero ninguno “al obrero que construyó la casa donde vivió el soldado desconocido”
No llegaron ni a fin de enero
01:39
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Barcelona
Mientras chocábamos nuestras copas de cava y nos deseábamos un feliz año, o por lo menos un año con menos brutalidades, mucha gente iba a morir en pocas horas. Muchos, que en los primeros días ya supieron, o quizá ni siquiera pudieron saberlo, que no llegarían desde luego a la nochevieja de 2024. Ni tan solo a final de este enero.
Anotó hace cincuenta años el poeta gallego Celso Emilio Ferreiro cómo en los cementerios yacen muertos de primera y de segunda. Y cómo se prodigan los monumentos al soldado desconocido, pero ninguno “al obrero que construyó la casa donde vivió el soldado desconocido”.
Cuando apuremos la próxima copa, cuando nos acordemos de las muertes intencionadas en Gaza y en Ucrania, o de las accidentales por el terremoto en Japón, agarrémonos al poeta gallego, sobre todo si no disponemos de otra percha de esperanza o de ironía. Hay muertos de primera y de segunda, heroicos o casuales, privilegiados por ofrecer resistencia o simplemente descuajeringados por el azar. Pero todos tienen algo igual, porque han perdido lo mismo.
No podemos hacer mucho por las víctimas del terremoto. Quizá algo más para que los imperios no maten a quienes su sola existencia les molesta, y por eso acaban con ellos. A lo mejor deberíamos subrayar algún caso, como el de los cuatro viajeros del avioncito que trasladaba ayuda humanitaria a la zona devastada por el terremoto del centro de Japón. Solo el capitán se salvó. Mucho hará con no morir de pena.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...