"Ya es demasiado tarde": Maruja Torres fantasea sobre el momento en el que le gustaría que le hubiese bendecido la Iglesia

Madrid

Qué tarde me llega lo de las bendiciones por la Iglesia que Francisco, ese papa que me cae bien en comparación con la peña que lo rodea, ha autorizado para parejas homosexuales, matrimonios civiles y uniones de hecho.

Muchos serán quienes se metan con esta decisión y no me extrañaría que la presidenta de la Disconformidad de Madrid, tan belicosa contra los derechos LGTBIQ+, excomulgara al mismísimo pontífice y le mandara un racimo de plátanos. Sin embargo, la Iglesia católica toda y los acérrimos partidarios de la línea dura, deberían contemplar el lado práctico del asunto.

Sugiero ampliar la concesión de sus gracias a ocasiones menos rancias que las que ofrecen. Y además de las visitas a santuarios, peregrinaciones y oraciones en grupo, que contemplen el bendecir a los afortunados, afortunadas y afortunades, en sus momentos más íntimos. A cambio de una buena pasta, desde luego.

Imaginad lo que sería si los beatíficamente hablando amnistiados pudieran alquilar a eminencias eclesiales para que bendijeran su lecho, aumentando el monto de la ceremonia según el menú, como en las pompas fúnebres. Tanto por obispo o por cardenal, tanto por con o sin monaguillo, tanto por agua bendita local o de importación, tanto por que entonen hosannas en los momentos culminantes.

Se iban a forrar. Qué no habría pagado yo si las pocas pero intensas veces en que mantuve relaciones con personas de mi propio sexo hubiera podido disponer, a pie de cama, del arzobispo de Oviedo. Pero ya es demasiado tarde.