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Justine Triet, la directora que puso en jaque a Macron y ha dirigido el mejor thriller del año

La cineasta francesa pronunció un discurso contra las medidas neoliberales del gobierno francés al ganar la Palma de Oro en Cannes con 'Anatomía de una caída', película que ahonda en la crisis de un matrimonio convencional y la crisis de la justicia

Justine Triet (Photo by Amanda Edwards/Getty Images) / Amanda Edwards

Madrid

La cara de susto y alegría de Justine Triet dio la vuelta al mundo en mayo, cuando esta directora francesa, a los cuarenta y cinco años, ganaba la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La tercera mujer en lograr el sueño de todo cinéfilo. "Fue un momento excepcional en mi vida, que ni siquiera pude disfrutar. No me lo esperaba y fue muy abrumador y, a la vez, algo muy poderoso", nos cuenta en una entrevista en la Cadena SER, meses después de aquello y con su película, Anatomía de una caída, en todas las quinielas de lo mejor del año y apunto de llegar a los cines españoles. En este tiempo, la cineasta se ha asilado y ha meditado sobre lo que supuso aquello. "Después de este tiempo, en el que me he aislado, he pensado que aquel momento tuvo como importancia el poder compartir con las personas, y luego la responsabilidad de ser la tercera mujer en obtener este premio", incide.

La responsabilidad también de hacer un discurso político y combativo que fue muy criticado por la derecha francesa y el gobierno de Macron. Justine Triet aprovechó su Palma de Oro para decir que ella era producto de la excepción cultural francesa, del sistema de ayudas del gobierno galo soñado, hasta ahora implicado en la defensa de la cultura, pero con el neoliberalismo de Macron y los recortes, alertaba la directora, muchas mujeres como ella podrían quedarse sin rodar sus películas. Aquello fue un polvorín en redes. La ministra de cultura le respondió de malos modos y las teles abrieron sus tertulias con ello.

El propio debate generado por su discurso tiene mucho que ver con el tema de Anatomía de una caída, un thriller judicial que aparentemente habla de la pareja, pero que tiene una profunda reflexión sobre qué es la verdad y si podemos contarla y conocerla en estos tiempos de fake news. "La verdad es algo que me obsesiona. Cuando era niña, estaba obsesionada con ella, porque mis padres, como los de muchos niños, se separaron. Tenía versiones del uno y del otro y, creo que desde muy temprano, me pregunté pero ¿dónde está esta verdad? ¿Cuál es la verdad?", confiesa la directora que debutó precisamente en el Festival de Cannes con su primera película, La batalla de Solferino, un drama de pareja en medio de la jornada electoral que dio la victoria al socialista François Hollande.

"La película también se guía por esta idea de este niño de doce años que se encuentra con la cuestión de elegir. ¿Me quedo con mi madre? ¿Con mi padre? Es una cosa aterradora, porque en ese momento de su vida, es el momento en que solo tienes que pensar en jugar con tus amigos y, de repente, estás en una situación aterradora como esa, una situación que no he vivido en absoluto. Algunas de las cosas sí, pero eso no. En definitiva, siempre me ha obsesionado la verdad. También la verdad en historias sobre violaciones, acoso sexual, donde a veces la vedad está ahí, es implacable, pero no juzgada". Y es que Anatomía de una caída nos propone acercarnos a la resolución de un crimen. Un marido aparece muerto debajo de la ventana de su casa en la nieve, en Grenoble. La investigación piensa que la mujer, una escritora alemana, lo ha asesinado, y lo lleva a juicio. Solo hay dos testigos, su hijo de 12 años que no puede ver debido a una conmoción, y el perro que no puede hablar.

"Lo que me interesa en la película es más bien mirar precisamente el lugar donde la verdad tiene más matices, el lugar donde las cosas fracasan. Por eso creé un personaje que está al límite, que en realidad no sabemos quién es esta mujer." La mujer es Sandra Hüller, actriz alemana a la que descubrimos en la comedia Toni ErdmanN y que es también la protagonista de otra de las películas del año, La zona de interés, de Jonathan Glazer. Una extranjera borde y seca, que parece esconder algo. Que no tenía tan buena relación con su pareja. "Es algo que ya me obsesionó con Sybil, mi anterior película, que era una mujer que ocultaba la verdad a su hijo, sobre el origen de su nacimiento. Creo que son cosas que me fascinan más que esa, porque no creo que haya que decir siempre la verdad. Al contrario de lo que dice la gente. No creo que siempre puedas decirla. A veces hay verdades que no podemos escuchar, que son demasiado duras, que son demasiado crueles, que no podemos decirle a un niño, que es demasiado pequeño o en determinadas situaciones. Soy alguien que compartimenta mucho la vida y que está acostumbrado a editar cosas de su propia vida, cosas que la gente dice".

Triet forma parte de una nueva generación de directores y actores que, con respeto hacia la nouvelle vague francesa, han ido reconfigurando el cine francés actual. En esa generación está también su marido, el guionista de esta película y director de otro filme de éxito en el pasado año, Onoda, es Arthur Hariri, que configuró el guion que surgió además de una reflexión íntima. "Recuerdo que, una vez, estaba con mi hija, que en ese momento tenía diez años, mi hija la mayor, y empecé a pensar qué sabía ella de mi historia, de mi familia… Y pensé que era importante que se forjara una opinión, y entonces imaginé cómo contarle a historia de mi familia que es bastante compleja. Y de repente imaginé cómo un niño descubriría cosas que son demasiado extrañas como un juicio. Así que la película empezó mirando a mi hija, que estaba dibujando y yo que empecé a preguntarme cómo le voy a contar las cosas. Ese sentimiento es el que me guio para comenzar a escribir, preguntarme, qué le vamos a contar, cómo vamos a superar el vértigo en la pareja. Y eso, de nuevo, fue el pretexto para ha bar de temas como la familia o la pareja, que me han interesado en todas mis películas".

La autoficción es un asunto trata la propia película, pues el personaje de Hüller es una escritora que se ha hecho famosa por sus libros en los que cuenta su propia vida. Novelas que tuvieron éxito y donde contaba cosas de su marido, ahora muerto, relatando incluso pensamientos muy íntimos. Eso la convierte en sospechosa ante el jurado popular que ahora la escruta con recelo. "La autoficción me obsesiona", reconoce Triet que es fan de una de las autoras que mejor ha explotado este género de moda en la literatura actual y también en el cine, Joan Didion, autora de, entre otros, El año del pensamiento mágico. "La autoficción, es un mal de nuestro tiempo que adoramos y que todos usamos, incluso yo misma a veces. Creo que nos gusta cuando aparece la etiqueta de 'una historia verdadera', eso hace que nos sintamos más atraídos por la historia en sí. Creo que si yo dijera que esta mujer realmente perdió a su marido y ese niño vivió todo lo que ve el personaje en la película, para el espectador sería mucho más atractivo, es como si de esa manera participaran más, entrarán en otra dimensión de la película", reflexiona la directora que reconoce coquetear con el género. "Obviamente juego con eso, pero, al mismo tiempo, amo profundamente la ficción, porque no puede estar más desnudo que en la ficción en la realidad. De hecho, es la mejor manera de esconder y de decir cosas ciertas".

Junto con la verdad y la mentira, hay además, una reflexión sobre el lenguaje. El personaje protagonista, la acusada y sospechosa, es alemana, y tiene que testificar en un juicio en Francia, donde vive, a pesar de que el francés es un idioma que no controla del todo. Así que opta por el inglés la mayoría de las veces ante el tribunal, una lengua que cree que será neutra para comunicarse con el jurado jurado. "El domingo del lenguaje siempre estuvo ligado a que ella es escritora, es alguien que maneja la palabra y, por tanto, la historia", nos dice Triet. "El lenguaje es un filtro entre ella y su novio, es un filtro entre ella y su hijo, porque ni siquiera hablan el mismo idioma, y es un filtro entre ella y la justicia. Podemos pensar que tal vez esta mujer nos esté engañando, porque todavía parece dominar muy bien el arte de contar historias cuando usa el inglés, sin embargo, cuando habla en francés parece una amenaza. Por tanto, claro que el lenguaje juega un papel muy importante en la película. Y además controla sus emociones".

Al igual que el personaje de Sandra Hüller cuenta la historia a su manera y en sus tiempos en la película, la propia directora maneja el tempo aportando nuevos datos a la investigación o nuevas sospechas. En realidad, aquí lo menos importante es si es culpable o no. No se trata de resolver el crimen, sino de asistir al relato sobre el crimen, al cómo se cuenta y cómo llega a los espectadores, los que asistes a ese juicio en la ficción y los que vemos la película en la gran pantalla. Por ejemplo, la directora propone una recontrucción de la historia a partir del testimonio hablado en el juicio, de los recuerdos y de la memoria en escenas donde el sonido y la imagen muestran ciertas disonancias, porque la verdad no tiene un solo plano.

Triet mezcla varios géneros para acercarnos al terror y la violencia de lo cotidiano. El thriller judicial, el melodrama y la comedia aparecen en un filme que, como en Sybil, la directora busca adentrarse en la psicología de sus personajes. Como en sus anteriores películas, las mujeres son complejas, guardan secretos y cometen errores. De ahí que no sean aceptadas por la comunidad, como le pasa al personaje de Sandra Hüller, una escritora seca, prepotente y alemana, que no tiene nada que ver con el entorno francés donde se ha criado su marido. Celos profesionales, celos sexuales, infidelidades y reparto de tareas, temas que están en una sociedad de clase media alta y que dinamitan la manera en la que se ha configurado el rol de las mujeres y los hombres en el matrimonio o la pareja.

Que la justicia es patriarcal lo sabe Triet y lo sufre su personaje, pues para determinar si es culpable, se analizará su vida sexual, la forma en que cuida de su hijo, su carrera y su rol como vecina. Las apariencias, de nuevo, por encima de las evidencias. Y aquí, el público español, se acordará del Caso Wanninkhof. Para Triet, la justicia no es el lugar de la verdad, sino el lugar donde cada uno se intenta reapropiar de la historia. Las referencias visuales son obvias, desde Doce hombres sin piedad, obra clave del cine procesal, a la más reciente Saint Omer, aunque en este caso aporta humor y cotidianidad a los espectadores y tomas a veces borrosas, que se acercan al documental, con zooms y movimientos de cámara, para dar más sensación de estar en esa peligrosa línea de la autoficción. Las peleas y la disección de la pareja moderna nos recuerda a Historia de un matrimonio, película con Adam Driver y Scarlett Johansson.

Triet cambia los roles tradicionales y eso hace que se rompa la caja de Pandora. No es fácil que un hombre acceda a ocupar el rol de la mujer, por muy deconstruido que esté. Tampoco es fácil ganarle a la Justicia teniendo todo en contra. En un tiempo en el que las emociones sustituyen a los hechos y en el que el que gana no siempre tiene la razón, Anatomía de una caída nos mete de lleno en la herida existencial de las sociedades actuales, de aquellos gobiernos legítimos, pero basados en la falsedad, de aquellas familias que han escondido la verdad y aquellos matrimonios que son solo apariencias.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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