La conjura de los necios

Hace más de 40 años se publicó en España la gran y única novela de John Kennedy Toole. Su título en inglés podría haberse traducido literalmente como “Una confederación de memos”, pero un editor astuto prefirió algo un poco distinto y en realidad más preciso: la llamó “La conjura de los necios”.

Es un título que sirve para definir casi todo lo que ocurre. Por ejemplo, que una cumbre climática se celebre en los Emiratos Árabes Unidos. Lo que viene a ser como si los de Alcohólicos Anónimos celebraran sus reuniones en una cervecería. Los Emiratos viven del petróleo y acogen una conferencia supuestamente destinada a arruinar su negocio. ¿Alguien puede creer que esto va en serio?

Una conjura es una conspiración, una confabulación, una maquinación. Y eso parece lo de Dubai: un complot para tomarnos el pelo.

Pero hay mucho más cada día. Como lo de las reuniones secretas en Suiza entre el PSOE y Puigdemont. Supongo que los participantes en esas reuniones llevan gabardina y gafas oscuras y juegan a ser James Bond, aunque en realidad sean otra cosa bastante más ridícula que se ajusta muy bien al título de la novela. Otra ridiculez entre tantas.

Algo anormal está pasando. Es posible que se trate, efectivamente, de una conjura, de una conspiración internacional para hacernos bobos también a nosotros, los que no logramos entender de qué va esto.

A veces sueño con que haya cámaras ocultas y un día de estos nos griten “¡Sorpresa!”. Y descubramos que todo es una gran broma de un nuevo programa de televisión. Y nos sintamos aliviados y nos riamos mucho.

Pero la realidad, me temo, es la que es. La de Gaza. La de Ucrania. La de un continente europeo que, a primeros de diciembre, está cubierto de nieve desde el este de Francia hasta los Urales. Puede que la conjura sea un gran espectáculo pagado con petrodólares, fútbol incluido, para que la vida nos parezca absurda y no pensemos mucho en lo que de verdad está ocurriendo.