Gracioso Feijóo

Barcelona

Si bien se mira, este Feijóo es gracioso. Calificaba de intervencionista a Sánchez, cuando él jamás ha tenido un empleo en el sector privado. Le achacó mala administración, él, que vive de sobresueldos, aunque a veces intenta esconderlos. Luego le llamó autócrata, y toleró que su jefa de facto, Isabel Díaz Ayuso, le acusara de dictador: cuando él nunca tosió a la dictadura de Franco y es heredero político de uno de sus ministros, Manuel Fraga, que al menos leía, estudiaba y opositaba. Hace unos días le atribuyó un “tic patológico”, cuando un ex gerente del Insalud debería saber que es feo intentar ofender al otro atribuyéndole enfermedades mentales. Y ahora le asocia al terrorismo, el de Hamás o el vasco, cuando él es miembro del club que resucita cada dos semanas el fantasma del terrorismo etarra, por ver si eso perjudica a los socialistas… un número de circo, porque fueron los que acabaron con esa lacra en el País Vasco.

Hay en la vida dos tipos de fracasados. Los que no llegaron, y merecen empatía porque se lo toman deportivamente. Y los que anidan amargura, envidia o rabia porque se han quedado sin el juguete que pretendían conseguir incluso no disponiendo de apoyos suficientes, llamémoslo Moncloa.

Estos, bien mirados, no merecen mucho cariño. Pero tampoco está de más dedicarles una sonrisa misericordiosa. Cierto, pertenecen a la especie faltona. Insultan y seguirán insultando sin proporción, sin recato, ni medida. Pero al menos, en este caso, sus bromas tienen un límite: apostemos a que Feijóo no imputará al presidente del Gobierno tener amigos contrabandistas ni narcotraficantes. Ni le afeará conducir sus yates. En eso sí que le lleva ventaja. Déjese de faltar, hombre, y proponga alguna cosa interesante, que para eso le pagan los contribuyentes.