Sociedad

Adicción a las compras, la cara B del 'fast-fashion': "Cuando te llega el paquete, se acaba tu ilusión, quieres llorar y tu dinero"

Carmen (nombre ficticio) tuvo una adicción a las compras durante más de cuatro años, se gastó casi todos sus ahorros y ahora pide recapacitar sobre los efectos que produce el 'fast-fashion'

Reportaje EP100 | Black Friday: un viernes negro para los adictos

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Madrid

"Todos los meses me gastaba 500 o 600 euros en ropa. Todo ese dinero lo iba sacando de la cuenta de ahorro, entonces nadie se daba cuenta". Carmen (nombre ficticio) cayó en una depresión en 2017. Primero comenzó a beber alcohol y después le vino el impulso de comprar de forma compulsiva. "Cuando estaba sola en casa bebiendo, empecé a meterme en páginas de internet, sobre todo en una tienda. Como no me gustaba ir de compras, lo que hacía era comprarme ropa en esta tienda y todo lo que veía que me gustaba me lo compraba", relata.

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Según el psicólogo experto en adicciones y director de la Fundación Hay Salida, Antón Duran, las personas que caen en algún tipo de adicción "encuentran en ella como una pastilla para quitar la ansiedad". "Son personas que tienen un malestar y la única manera que tienen de quitárselo es comprando, en este caso", asegura. "Y comprando tres de la misma talla, tres prendas iguales... Comprando de una manera compulsiva y con graves problemas económicos", afirma.

El 7% de la población española podría ser adicta a las compras

Un estudio realizado por esta fundación en 2022, con una muestra de 2.000 personas, concluyó que un 7% de la población española podría sufrir una adicción a las compras. Y encontró que este tipo de adicción es más común en mujeres y está relacionado con otros trastornos mentales, como la depresión, la ansiedad o el trastorno obsesivo-compulsivo.

Carmen reconoce que llegó a gastarse casi todos sus ahorros en cinco años, y a pesar de que su entorno le advertía de que se compraba demasiada ropa, ella siempre ponía excusas. "Casi todos los días me compraba algo y mi compañera de trabajo me decía: '¿No crees que te estás pasando? Porque tú no necesitas tanta ropa, aparte de que te estás gastando mucho más dinero del que te puedes permitir'", cuenta.

Por suerte, ella no tuvo que recurrir a pedir un préstamo, como sí hacen otras personas, pero admite que le pedía dinero a su madre. "Mi madre no sabía lo que yo hacía. Le decía que tengas en cuenta que si me pasa algo, te debo 200 euros o te debo 300. Ella sabía que le debía dinero y me decía: 'Tienes que tener cuidado porque igual esto se te está yendo de las manos'".

Hasta que un día tocó fondo y decidió poner solución. "Ya había dejado de beber, pero ese día tuve una recaída y a la vez que bebía, me gasté como 500 euros de golpe en ropa. Llegó mi marido a casa y me puse a llorar, le conté lo que había pasado y estallé, y dije no puede ser. Hasta entonces nadie sabía que bebía ni que tuviera un problema con las compras", cuenta.

Carmen acudió a la Seguridad Social y rápidamente la derivaron a UNAD, la Red de Atención a las Adicciones, donde iba a tener un tratamiento más focalizado. "Lo primero que recomendamos es un control económico para que la persona no pueda seguir comprando, alguien que tenga acceso a sus pagos con tarjeta para que pueda comprobar lo que está gastando en cada momento", explica el portavoz de UNAD y médico especializado en drogodependencia, José Luis Rabadán.

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"Las compras solo es un momento de subidón"

La terapia de Carmen fue integral y duró cuatro años. Lo que menos le costó dejar fue la adicción al alcohol, ya que tenía el aliciente de sus hijos pequeños. Sin embargo, dejar las compras fue un proceso más largo y con piedras en el camino. "Fui teniendo recaídas. De hecho, le pedí a la chica de la tienda donde compraba siempre que no me vendiera más ropa, que estaba intentando dejar de comprar. Pero no lo hizo, ella seguía vendiéndome cosas y yo caía, y al final me producía muchísimo disgusto", cuenta.

"Realmente las compras solo es un momento de subidón. Tú tienes ese momento que dices 'ay, que guay, me voy a comprar esto', pero sabes que cuando llegue a tu casa no va a ser lo que tú has visto y te vas a deprimir y va a ser mucho peor", añade.

Durán también explica que es necesario establecer un control exhaustivo y que, al principio, los pacientes no deben tener dinero en efectivo, ni tarjetas, ni siquiera acceso a Internet. "No pueden comprar nada de nada. Incluso tendría que ir a alguien de su familia a hacerle la compra. No puede entrar en ningún supermercado, en ninguna tienda, en ningún restaurante", ejemplifica.

Y es lo que hizo Carmen. Cambió las cuentas bancarias y las puso a nombre de su marido. También le dio las tarjetas de crédito y se puso un presupuesto de 60 euros para gastar al mes. Además, se dio de baja de Facebook, de la tienda en la que compraba siempre y hasta renunció a tener móvil con internet.

"Te dicen que salgas por la noche a ver escaparates"

Otra de las herramientas que le dieron en terapia era ir por las noches a ver escaparates: "Si sabes que hay algún sitio en tu ciudad que es una tentación y sabes que te va a llamar la atención, tienes que evitar pasar o te dicen que salgas por la noche y vayas a esos escaparates, si quieres verlos cuando ya las tiendas están cerradas".

Pero aun no teniendo acceso a las compras, el mono seguía presente muchos días y la ansiedad le podía. "En esos momentos, yo llamaba a la psicóloga y le decía: 'Estoy supermal porque he visto algo que me gusta mucho y me lo quiero comprar'. Entonces ella te hace ver el disgusto que te vas a llevar cuando te llegue, porque lo vas a abrir y ahí se va a acabar tu ilusión. Y encima te vas a deprimir. Y vas a querer llorar y vas a querer tu dinero. No vas a querer esa prenda", detalla, con la emoción a flor de piel.

"Al final todo el mundo se da cuenta de que una compra produce satisfacción, pero en estas personas, esa satisfacción se convierte en un auténtico calvario, porque no saben parar. Es algo irrefrenable, y ese hecho de comprar al final le genera más frustración y más desánimo, porque ven que están comprando cosas que no son útiles", respalda Rabadán.

Prendas con las etiquetas puestas

De hecho, Carmen se lamenta de tener prendas en casa aun con las etiquetas puestas. "Cuando llegaban a casa, ya no me hacía ilusión. Una vez que ya lo tenía en mi poder, decía lo cuelgo. Y además muchas veces ni siquiera me gustaba, porque lo que tú ves en una foto, los colores cambian, puede que no hayas acertado con la talla... Entonces, como es un rollo tener que cambiarlo, no lo des cambiaba, y me lo quedaba igualmente", explica. "He tenido casos de personas que compraban cosas, las llevaban a casa, ya se les había pasado ese impulso de comprar, se tranquilizaban y ni abrían el paquete", reafirma el portavoz de UNAD.

"Tengo varios vestidos que no me he puesto nunca, los tengo en el armario. Tengo dos blusas que no he estrenado, que están con las etiquetas puestas. Tengo calzado que tampoco he usado porque luego era incómodo o me quedaba pequeño o grande... Es horrible", comenta Carmen, que después de cuatro años luchando con esta adicción, aprendió a controlarla y empleó las herramientas que le dieron en terapia de la mejor forma: "Me mandó la psicóloga hacerme un millón de conjuntos para ver que ya no tenía que comprarme más".

El 40% de los españoles compra más de lo que necesita

Pero lo que le ocurrió a Carmen no es un caso aislado. Aunque según los expertos, no hay mucha conciencia social todavía sobre la adicción a las compras y son pocos pacientes los que acuden a terapias, es preocupante cómo han cambiado las tendencias de consumo y ha aumentado el volumen de las compras. Un estudio del Centro de Investigación y Prevención de la Conducta Adictiva (CIPCA) de la Universidad de Málaga en 2022, indica que un 40% de personas en España realiza compras en exceso sin considerarse una patología.

"Existe la necesidad continua de renovarse. Consumimos porque necesitamos sentirnos autorrealizados, es decir, necesitamos sentirnos destacados, especiales, diferentes, genuinos. Y esa búsqueda continua de la identidad, la encontramos en la industria de la moda", explica el investigador de tendencias de consumo, y profesor universitario de Sociología de la Comunicación y Programas de Diseño de Moda, Sergio Luque. "A mí simplemente me gustaba la ropa bonita, me gustaba ir arreglada y lo veía como una cosa más normal. No lo veía tan perjudicial como el alcohol", admite Carmen.

¿Cómo influye el fast-fashion?

Y en esta percepción tiene que ver el fast-fashion o moda rápida y cómo han impactado las redes sociales. "Las marcas están en una lucha continua por ofrecer cosas más innovadoras, productos más personalizados, a medida que la experiencia de compra es cada vez más atractiva. Y al final, las redes sociales ayudan mucho a construir y mantener esta imagen y esa identidad", explica la socióloga de moda y experta en comportamiento del cliente, Sandra Bravo.

Las continuas campañas de publicidad, las ofertas, las estrategias de marketing y los procesos acelerados de producción de moda generan en la sociedad "falsas necesidades". "A través de viralizar ciertos artículos que se convierten en artículos de moda o de consumo inmediato como una estrategia de moda. La propia estrategia basada en el icónico precio psicológico. Es decir, yo percibo que 9,95 no son 10 euros, pero parto de una idea que asocia ese precio a un precio más económico, algo mental", explica Luque.

De hecho, el Black Friday es un claro ejemplo de lo que comenta Luque. Según los datos de la Asociación Española de Comercio Electrónico (AECOC), que también tiene en cuenta las compras físicas, el consumo por el Black Friday en España aumentó un 17,35% en 2022 con respecto a 2021, y la estimación de gasto total para este año alcanzaría los 2.200 millones de euros, situando el gasto medio por persona en los 162 euros, frente a los 127 euros de 2022.

"Al final lo que estamos haciendo es sucumbir todo el rato a este consumismo para estar en la onda de esta actividad o este grupo con el que vamos a estar en su momento", comenta Bravo, mientras que Luque asegura que la consecuencia de este modelo de consumo es la insatisfacción crónica. "Se está enmascarando mediante el proceso de consumo inmediato y desaforado, una insatisfacción subyacente en la sociedad, de tal manera que compramos algo de manera inmediata, porque ese consumo inmediato nos satisface una serie de carencias, pero cuando llegamos a casa y colgamos esas prendas en el armario, nos hemos cansado con dos puestas y ya no la queremos", afirma.

Recapacitar para hacer un consumo responsable

La clave para frenar este tipo de adicciones es la concienciación: enseñar a consumir de una manera más responsable y pensar en las consecuencias piscológicas. "¿Por qué existe esa adicción a la compra? Porque es divertido, porque te permite cambiar, porque te permite jugar de múltiples maneras, pero esconde un problema, esa insatisfacción que deriva en un problema crónico", reflexiona el investigador de tendencias de consumo, que anima a replantear las formas de consumir.

"Yo he dejado de comprar ropa y he llegado a ahorrar 12.000 euros. Ahora voy con mis amigas a una tienda y ellas se compran algo, pero yo no. Hay que recapacitar mucho antes de hacer cualquier compra y pensar si realmente lo necesitamos porque puede afectar muchísimo a nuestra salud", asegura Carmen, que recibió el alta este 2023 y se siente muy orgullosa de ser capaz de pasar por un escaparate o entrar a una tienda y no tener el impulso de comprar.

Ahora Carmen quiere seguir con su vida y concienciar a otras personas para que no pasen por lo mismo. "Realmente lo he pasado muy mal con las compras y me ha costado muchísimo dejarlo. De verdad que la adicción a las compras es muy dura y no quiero que la gente pase por esto", dice con sinceridad, mientras que Rabadán sentencia: "Si una persona consigue seguir comprando, pero tener dominado el impulso, para mí es un éxito terapéutico, ha cumplido su objetivo".

Sandra Fernández Pérez

Sandra Fernández Pérez

Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...

 
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