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Cómo un grupo de multimillonarios inventó la obsolescencia programada y qué pintan las chapas y la tónica en todo eso

Marta Fernández en la 'Academia de saberes inútiles' ha explicado la historia que se esconde detrás de la obsolescencia programada

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Cuando nuestros padres o nuestros abuelos compraban algo, lo hacían fijándose en que las cosas duraran. Pero eso ya no es así, porque estamos en la era de la obsolescencia programada. En la ‘Academia de saberes inútiles’ Marta Fernández ha puesto la mirada en el pasado para descubrir dónde empezó todo esto.

Muchos son los que siempre han pensado que la obsolescencia programada comenzó con el invento de Thomas Alba Edison, la bombilla. "Fue el mayor inventor del siglo XX. Fabricó la primera bombilla incandescente pensando en que durara para siempre. La llamó 'Centennial Light', una de las primeras lleva luciendo desde 1901 en un cuartel de bomberos de Livermore, en California. Las bombillas fueron casi eternas hasta que, en 1924, en Ginebra, los fabricantes de Europa y Estados Unidos se reunieron en secreto para llegar a un acuerdo y que se fundieran tras mil horas encendidas", ha indicado Fernández.

Aunque realmente todo empezó en los balnearios con la popularidad de una bebida que se creía que era muy buena para la salud, el agua natural con gas. “Entonces no se conocía la manera de fabricarla artificialmente, hasta que a finales del siglo XVIII cuando Joseph Priestley inventó un aparato para carbonatar el agua”, ha explicado.

Joseph Priestley no obtuvo muchos beneficios de su invento, ya que no realizó grandes campañas comerciales, pero Jacob Schweppe aprovechó y en 1780 lanzó el agua tónica. "Era agua carbonatada con quinina que los ingleses, que iban a la India, consumían felices para luchar contra la malaria. Felices pero extrañados por el sabor".

Según ha explicado Fernández, el sabor no era el único problema de la tónica. "Lo más complicado era comercializarla. En Estados Unidos, en 1832, John Matthews había patentado en un sistema para carbonatar bebidas con el sueño de acabar así con el consumo de alcohol. Se llamaba soda y se dispensaba en fuentes. Lo que era un problema en aquella época era ponerle a la botella un tapón lo suficientemente poderoso para contener la presión del gas de la bebida".

"Si quieres hacerte rico, inventa algo como la chapa"

Fue en 189 cuando William Painter, un ingeniero de Baltimore obsesionado con los objetos metálicas inventó la chapa. "Le costó convencer a los fabricantes de botellas de que las adaptaran para poder poner la chapa y todavía le costó más convencer a los vendedores que decían que no había quien abriera aquello".

Por esta razón, Painter inventó también el abrebotellas. "La chapa era perfecta. Era barata, sencilla y sobre todo sólo se podía usar una vez. Porque el mayor invento de Painter fue la obsolescencia. Él mismo defendía que para triunfar había que inventar cosas que se utilizaran y se tiraran", ha informado Fernández.

William Painter ofreció a uno de sus empleados un consejo que nunca olvidaría: "Si quieres hacerte rico, inventa algo como la chapa, que se use y vaya a la basura; porque los consumidores volverán a por más". Este trabajador era King Camp Gillette, quien una mañana que se estaba afeitándose con su navaja de barbero mal afilada se dio cuenta de cuál era la cosa de usar y tirar con la que hacerse rico, la cuchilla desechable. "La idea era muy buena, pero Gillette tardó seis años en encontrar una aleación perfecta. En 1903, el primer año, vendió 51 maquinillas y 168 cuchillas. El siguiente, 90 mil maquinillas y 123 mil cuchillas de usar y tirar", ha concluido.

 
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