Nuestra devoción invita a bombardear hospitales

Madrid

Acabo de volver de Arequipa, la ciudad peruana en la que se han reunido escritores españoles y latinoamericanos para celebrar el Hay Festival. Aproveché una mañana libre y volví al Museo de los Santuarios Andinos. Se conserva allí la momia de Juanita. La primera vez que la vi me impresionó tanto que escribí un poema. Para pedir clemencia ante los volcanes y los terremotos, los incas cultivaron la costumbre de una gran ceremonia. Subían hasta los nevados, las rocas más altas de sus montañas, y ofrendaban a niñas y niños. Eran sacrificados en honor de los dioses, después de adormecerlos con plantas alucinógenas. Vaya devoción. El cadáver de Juanita permaneció enterrado en nieve más de 500 años. Ahora pueden visitarla los turistas. Yo la observo como una huella histórica de la barbarie humana. Debajo de las túnicas se esconden muchos horrores.

Uno de los momentos más emocionantes del Hay Festival fue la presentación de Palestina hecha pedazos, el libro Lina Meruane, una escritora chilena de origen palestino. Pensé en la momia de Juanita y en la devoción con la que subimos hoy por el camino de las fábricas de armas, hasta llegar a las alturas de un cielo, en el que no existen los derechos humanos. Sacrificamos sin pudor, en el año 2023, en los altares del siglo XXI, a miles de nuestros hijos, de nuestras hijas, ante los dioses del dinero, el racismo, la impunidad y la hipocresía internacional. Nuestra devoción invita a bombardear hospitales. Y estamos adormecidos. Será difícil que los turistas puedan visitar dentro de 500 años una momia que se rebele contra el silencio de los siglos. Pero podremos recordar la barbarie, eso nos queda, mientras sintamos el frío de la literatura y del periodismo decente.