"Leonor es hoy la contrapartida de los errores de su abuelo"

Barcelona

Ustedes perdonen, en este día de trompetas por la Corona. Perdonen sobre todo los más románticos. Las monarquías solo se justifican a estas alturas de la película de la humanidad, sin son útiles para la democracia. Si son funcionales. Si sirven. Si sus protagonistas no actúan como fabricantes de sueños anticuados, sino como un pequeño, y barato, cuerpo de altos funcionarios independientes, sólidos, empáticos, que juegan en la apuesta de la neutralidad, rechazan los envites de la polarización y ayudan a la continuidad de las comunidades que encabezan.

Este núcleo resulta muchas veces irritante. Sobre todo si lo desmenuzan las crónicas rosas y frívolas. Las que admiran a la gente ociosa, a los que posan, a los que solo son importantes porque una luz externa, y ajena, los ilumina.

Conviene distinguir. En el selecto y estrecho mundo de las casas reinantes, las mujeres son más determinantes que los hombres. No porque hoy la princesa Leonor se encarame a la nube de la simpatía, el respeto o la popularidad, sino porque viene siendo así de un tiempo a esta parte. Tipos tan torpes como Bernardo de Holanda, ex nazi y corrupto a borbotones, se salvó del infierno de la historia gracias a su mujer, la reina Juliana. Otros tan disparatados como Carlos de Inglaterra, no perdieron todo el glamur gracias a consortes como Diana de Gales, que dignificó y actualizó a una familia de naftalina. Leonor es hoy la contrapartida de los errores de su abuelo. Ojalá recoja la parte buena de su trayectoria, y no la decepcionante. Así prestará un servicio, será útil y de paso, justificará el sueldo.