No importan los argumentos
Israel no tiene ningún derecho, la ley internacional le prohíbe expresamente bombardear un hospital y da igual si en su sótano se esconden miembros de Hamás o no
Madrid
Lo ocurrido hace unos días en Daguestán, una república rusa en el Cáucaso, fue antisemitismo puro y duro. La horda que buscaba a los pasajeros de un avión procedente de Israel quería golpear a cuanto judío se tropezara. No conviene quitarle importancia ni dejar de comprender lo que significa: no se trata de una reacción a lo que está ocurriendo en Palestina, sino una muestra del peor de los monstruos que asoló a Rusia y a toda Europa durante siglos.
El antisemitismo debe ser detectado, combatido y castigado allí donde asome, con dureza y rápidamente. Pero el antisemitismo no tiene nada que ver con pedir que dimita inmediatamente el primer ministro israelí, Benjamin Netanhayu y todo su gobierno, como responsables de la reiterada violación de las reglas del derecho internacional en el bombardeo sistemático de civiles en Gaza, hombres, mujeres y niños a los que se pretende llevar a la desesperación aislándoles sin agua, alimentos o medicinas. Israel no tiene ningún derecho, la ley internacional le prohíbe expresamente bombardear un hospital y da igual si en su sótano se esconden miembros de Hamás o no. Simplemente no se puede bombardear hospitales llenos de enfermos y heridos. No importan los argumentos. No.
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Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...