Nadal Suau: "Salvo excepciones, los futbolistas no van bien tatuados"

Pasados los 30, Nadal Suau entró por primera vez en un estudio de tatuaje, una edad relativamente tardía para un apasionado del grabado en la piel. Estaba "entusiasmado" porque se iba a tatuar un escarabajo diseñado por Pere Joan, "uno de los mejores ilustradores y guionistas de cómic en Europa". Pero aquel escarabajo resultó ser "un buñuelo" porque se puso "en las manos equivocadas" de un tatuador inexperto. Pese a ese primer borrón en la piel (que nunca se quitará), o quizá por ello, hizo de su cuerpo "una pequeña galería de arte" y hoy luce 21 tatuajes.

El escritor y crítico literario ha plasmado su experiencia en 'Curar la piel. Ensayo en torno al tatuaje', con el que ha ganado el último Premio Anagrama de Ensayo, y que ha querido compartir con los oyentes de 'Hoy por Hoy'. Suau ha charlado con Àngels Barceló (0 tatuajes), Nacho Carretero (1 tatuaje) y Aitana Castaño (se lo está pensando) sobre los motivos que llevan a tatuarse: "La respuesta no es solo una, incluso hay respuestas contradictorias. Tengo la sensación de que tatuarse cubre un espacio ritual que estaba quedando descubierto. Hay casos en los que el tatuaje ha dado un giro hacia lo narcisista, a imaginarse a uno mismo como una marca o producto para venderse. Pero hay casos en los que tiene que ver con un intento de dar intensidad y sentido a nuestras vidas".

Suau llama "curadores" a las personas que lucen muchos tatuajes porque la palabra curar juega con un doble sentido: el de "cuidar la piel" después de tatuarse y el de la cura a través del arte. Compara a los "curadores" con comisarios de exposiciones porque sus cuerpos "sirven de soporte para una conversación entre piezas simbólicas de artistas y estilos diferentes". Cree que la normalización del tatuaje en nuestra sociedad -"ya no es una moda"- ha provocado cambios buenos y malos en esta cultura. "La parte buena es que ha crecido muchísimo la exigencia estilística; la parte negativa es que el tatuaje se ha gentrificado como nuestras ciudades", señala el escritor, que se pone como ejemplo: "¿Qué hace un señor de clase media como yo tatuándose? Hace 30 años era un símbolo de reconocimiento gremial y cultural".

"La normalización del tatuaje, más que por la vía del deporte, llegó por la vía del mundo de la música", y Suau recuerda ha recordado a Janis Joplin, antes de desmontar la teoría de que los futbolistas lo han puesto de moda: "Aunque los futbolistas llevan desde hace 15 años dándole un giro, he de decir, salvo excepciones, que no tienden a ir bien tatuados".

Para el último Premio Anagrama de Ensayo, aunque el tatuaje ya no escandaliza, queda margen para "incomodar al espectador medio": un tatuaje en la cara, un tatuaje con carga política o violento todavía provoca "estigmas" y hace a sus portadores "objeto de mis simpatías". Dice Suau que "es difícil" negar que el tatuaje busque "una mirada". Pero no habría que reprochárselo porque "un libro también busca un lector". Lamenta que "los enemigos del tatuaje" den por sentado que solo hay una voluntad de llamar la atención, restándole importancia a los motivos por los que alguien se tatúa. "Nos tatuamos por muchas razones y, con el tiempo, sencillamente, por placer".

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