Barbaridad
"Es una curiosa palabra que nació en Grecia para denominar a los extranjeros, una especie de onomatopeya que caricaturizaba su forma de hablar"
Madrid
Vivimos tiempos tan convulsos que cualquier día nos sirve para hablar de barbaridades, el bombardeo del hospital de Gaza ayer es una de ellas. Es una curiosa palabra que nació en Grecia para denominar a los extranjeros, una especie de onomatopeya que caricaturizaba su forma de hablar. Y ese "bar, bar", acabó en bárbaros. Los romanos la asumieron para referirse, en general, a los forasteros, y más tarde para nombrar a aquellos extranjeros que los fueron invadiendo desde el siglo V. Y como no llegaban pidiendo paso por favor, sus malas formas hicieron que la palabra sirviera para nombrar la fiereza, la crueldad y, también, la tosquedad y la incultura.
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Esas son acepciones que hoy, siglos después, mantenemos. Pero también nos acordamos de los bárbaros en su sentido original cuando hablamos de barbarismos, que sirve igual para referirnos a una incorrección lingüística como a los extranjerismos que se van colando en nuestro idioma. Y en un último giro de guion, las palabras bárbaro y barbaridad generaron una acepción antónima. De tal manera que lo bárbaro nos produce igualmente repulsión y asco o admiración y asombro. Y con las expresiones "¡qué bárbaro!" o "¡qué barbaridad!" podemos referirnos a una gran obra literaria o a una novela de mierda, al asesino y a sus crímenes o a la persona que arriesga su vida por salvar la de otros.
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