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Martin Scorsese: "El wéstern tiene sus problemas, algunos han humillado a los pueblos nativos"

El director americano habla con la Cadena SER de su nueva película, 'Los asesinos de la luna', donde pide perdón por el genocidio contra los nativos americanos junto a Robert de Niro, Leonardo DiCaprio y Lily Gladstone

Avance | Entrevista a Martin Scorsese por 'Los asesinos de la luna'

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Londres

El estreno de Los asesinos de la luna sabe a fiesta para Martin Scorsese. El director sostiene que esta es su película más importante en términos históricos, que ha tardado siete años en completar. La crítica la ha amado, la ha podido estrenar a pesar de que la pandemia puso muy complicado el proyecto y a sus 80 años ha logrado algo importantísimo, devolver la dignidad en el cine a los nativos americanos. "Solo tenían la tierra y el petróleo y se lo quitamos. Pero no hemos sido los únicos en hacer esas barbaridades, hemos seguido los pasos de las grandes civilizaciones de la historia", reconoce el director en una entrevista exclusiva en la Cadena SER.

"No creo que Estados Unidos sea el único país que ha acabado con otras culturas. Ha pasado en otras partes del mundo y sigue pasando. Ya sea por motivos religiosos o económicos y políticos. Parece que es parte de nuestra naturaleza. Eso es lo que aborda esta historia", insiste el director, que ha estado acompañado en la promoción del filme de la máxima autoridad de los Osage, con quienes ha trabajado codo con codo para levantar esta película y hacerlo sin apropiación cultural, sin estereotipos y sin victimización.

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Tímido, risueño, con un forma de hablar en la que el neoyorquino dispara las palabras, casi con la misma energía que muchas de sus películas, con un montaje frenético e hiperactivo, Scorsese es amable con los periodistas europeos que han acudido a Londres a entrevistar a uno de los directores vivos más importantes del cine mundial. Así lo definió su amigo y colega Francis Ford Coppola, con el que comparte generación, esa que configuró el nuevo Hollywood, juntando autoría con taquilla. De todos aquellos 'barbudos', Scorsese es el más ecléctico. De sus películas de mafiosos en el Nueva York de los setenta, como Malas calles o Uno de los nuestros, pasando por historias de personajes abatidos por el contexto social, como en Taxi Driver o Toro Salvaje, llegando a esos nuevos ricos en Casino o El lobo de Wall Street, y hasta sindicalistas enamorados del dinero, como vimos en El irlandés.

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La avaricia recorre los personajes de sus películas. La avaricia en un mundo donde todo vale para lograr el sueño americano. El cine de Scorsese tiene, además, la particularidad de que detrás hay un hombre con mentalidad católica, para quien la culpa y el perdón están muy interiorizadas, pero que se desenvuelve en un país protestante, donde el individualismo y el neocapitalismo son la norma. De ahí el choque en sus películas. "La avaricia es la clave. Cuando la gente que fundó América salió de Europa huyendo de la violencia, de las guerras de religión, esos hombres y mujeres quisieron empezar de nuevo, crear un mundo sin reyes. Eso era una idea fantástica en teoría, pero había que ponerla en práctica. Lo más interesante de aquel momento es cómo fueron ocupando espacio del este al oeste de Estados Unidos y en esa conquista llegó mucha gente, muchos embaucadores también, que se aprovecharon de la gente decente que solo quería trabajar y sobrevivir. Fue así como se abrió la caja de Pandora de todos los males, porque para lograr esas tierras se hacía lo que fuera necesario, incluso matar. Y eso, desgraciadamente, lo vemos ahora en muchas partes del mundo".

El dinero y la religión, por tanto, son dos de los grandes temas de su cine que, de alguna manera, vuelven a estar presentes en Los asesinos de la luna, la adaptación del ensayo periodístico de David Grann, donde destapa la matanza y la corrupción detrás del robo de tierras y asesinato de los Osage, un pueblo nativo americano que descubrió petróleo bajo sus tierras en Oklahoma y que a día de hoy sigue lidiando con la injusticia económica del sistema. "Cuando empecé a leer el libro, me di cuenta de que esos tipos blancos que aparecen en el libro eran gente que yo había conocido en el Lower East Side de Nueva York. Se creían la ley, que pueden hacer cualquier cosa. Y realmente podían. Luego llegó el Ku Klux Klan y luego lo de Charles Manson. Es la idea de que puedes salirte con la tuya y que, además, muchos políticos refrendan. La cuestión es que encontré en esta historia la oportunidad de explorar todo ello desde una posición íntima, desde dentro y desde fuera. Desde la relación de pareja, con amor y traición, pero también desde la oficina del FBI. Era una historia muy compleja que me hacía estar también cerca de los Osage, en Oklahoma, que ha sido todo un aprendizaje", explica sobre esta película que aborda muchas cosas de la historia reciente de su país, el racismo, la creación del FBI y el origen de la corrupción.

Pocos géneros mejores que el wéstern para adaptar este libro, que cayó en sus manos antes incluso de rodar El irlandés. "Me regalaron este libro y me fascinó el tipo de mentalidad que tenían los Osage y la belleza de esa forma de ver la vida. O debo decir la terrible belleza, porque les quitamos todo, nos aprovechamos de ellos. Y esto sigue pasando. Por eso pensé que era hora de abordar esta historia y quería hacerlo reflejando los valores que tienen sobre el sentido de la vida. Nuestros valores llegaron de Europa hasta América y es cierto que aportamos muchas cosas buenas, pero también trajimos una superioridad que ha devastado culturas enteras", entona el mea culpa Scorsese y añade, además, que en este caso el cine ha contribuido a esa debacle. "Lo hemos hecho a través del arte, del entretenimiento, porque ha sido así como hemos creado una cierta mitología en torno a ellos".

Se refiere a cómo el wéstern ha reflejado esa parte de la historia. Es crítico con la representación en muchas de sus películas favoritas. Scorsese da toda una lección, a sus 80 años, a todos los ofendiditos y, además, en su película restablece la dignidad y el honor de esas naciones reconfigurando no el género, sino un relato nuevo. "Cuando éramos niños pensábamos que todo era como en los wésterns, que estaba asentado, que cada uno vivía en el lugar que le correspondía, y así fue como pensamos hasta mediados de los 70". Esa fecha fue clave. El director acudió a la reserva de Pine Ridge, en Dakota, y aquello le sonrojó. "Descubrí que había mucho más detrás la mitología en que había crecido en torno a los nativos. Me perturbó ese lugar lleno de pobreza y de ira. Fue un shock para mí".

La infancia de Scorsese le acercó al cine, concretamente al wéstern. "Yo crecí con este género, típicamente americano, en los 40 y los 50. Sufría asma cuando era niño, por lo que no podía hacer deporte, ni tener animales, ni pasar demasiado tiempo fuera de casa en sitios con mucha vegetación. Ver los wéstern en color y en blanco y negro me abrió todo un campo de fantasía, porque suponía ver un paisaje diferente. Sobre todo los de John Ford, Howard Hawks, y el wéstern psicológico de Anthony Mann". Cita a algunos de sus referentes. También a Delmer Daves y La flecha roja, a Sam Peckimpah y Grupo salvaje, título que, según el director, cierra el género. "Siempre he querido hacer un wéstern, pero creo que el género en realidad acabó con Grupo salvaje. El mundo cambió, todo cambió y el género desapareció. Ahora es cierto que hay wésterns, pero no en la tradición en la que el género se construyó".

Tampoco duda en analizar con los ojos de hoy una de las obras maestras de John Ford, Centauros del desierto. "Es una gran película, creo que una de mis favoritas, pero tiene problemas. Hay que entender el momento en el que se hizo, y era un momento donde el wéstern humillaba a los pueblos nativos, que eran interpretados por actores blancos en un gesto humillante hacia ellos y hacia las mujeres. Todo esto es difícil de aceptar, es verdad. La película tiene cosas incómodas, pero hay que mirarlas y aceptarlas", insiste sobre cómo lidiar con los relatos negativos del pasado que son ofensivos. "No es tanto que tengamos que desmitificar, sino que es el momento de mirar a la verdad, porque esa verdad también nos apela y nos implica a nosotros. Quizá la ambivalencia de esa verdad es de lo que tenemos que hablar y es algo que me fascinaba al hacer esta película".

Tanto es así que esa curiosidad le ha llevado al Tibet, en aquel relato que hizo en Kundum. También a recorrer el periplo de los jesuitas en el Japón del siglo XVII en Silencio. Fue curiosamente la que le hizo conectar con los Osage en los primeros encuentros. "Al principio estaba preocupado", dice sobre la primera vez que conoció a Chief Standing Bear. "Estaba muy nervioso y empezamos a hablar y vi que lo que necesitaban saber era que no me iba a aprovechar de ellos, que no iba a hacer nada sensacionalista, ni a victimizarlos, ni a hacer una película violenta, porque muchos conocían mi cine. Pero también otros muchos habían visto Silencio y eso les hacía confiar. No fue fácil, pero ha sido muy cómodo trabajar con ellos. Yo dependía de ellos, así que si algo había que quitar o añadir al guion, así lo hacíamos. Por eso, podemos decir que hemos hecho esta película juntos".

Maestro Scorsese | Entrevista a Rodrigo Cortés

Maestro Scorsese | Entrevista a Rodrigo Cortés

21:20

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Ayudó mucho que Lily Gladstone llegara al proyecto, en el que ya estaban metidos sus amigos y colaboradores Robert de Niro y Leonardo DiCaprio. La actriz, de origen nativo, cambió partes del guion para evitar la mirada colonizadora. Scorsese aceptó todos los cambios. Quizá lo más radical de la película es su cambio de ritmo. La solemnidad describe esta película que orbita alrededor del personaje de la actriz, una mujer real, Molly Burkhart, que vio como toda su familia era asesinada por su marido y su tío. Por eso, al wéstern sin frontera suma el thriller y hasta reminiscencias del terror. "Creo que el ritmo de las buenas películas de terror, como las de Ari Aster, Beau tiene miedo o Midsommar, está aquí. También algo de las películas de Serie B de Jack Turner. Tiene que ver con que me permiten que el ritmo sea más tranquilo", cuenta el director que ha apostado por un metraje largo, 206 minutos, tres horas y veintiséis minutos, una decisión ideológica importante, como asegura Scorsese.

"Con el último montaje sentí la seguridad de que mucha gente iba a sentir esa inmersión en la película y en el mundo que refleja la película. Sabía que era un riesgo, pero si funcionaba era una manera de que la historia se quedara más tiempo con los espectadores, igual que ocurre cuando lees un libro o escuchas una pieza musical. Me importaba mucho que hubiera escenas no narrativas, pero que describieran la cultura de los Osage. Por ejemplo, mostrar cómo eran los funerales, cómo se ponía el nombre a los bebés, las bodas, lo que significaban sus ritos. Con el objetivo de entenderlos mejor viendo cómo viven y no solo empatizar con los americanos blancos. Al meter todo eso, la película iba a ser más larga, pero era necesario que así fuera".

Fondo y forma contribuyen a crear una historia épica y solemne, respetuosa con la comunidad a la que retrata y que abre un nuevo camino en el cine de Hollywood, que no siempre ha tratado a los nativos con respeto. Scorsese tiene más proyectos, pero si esta fuera su última película, sería un cierre impecable a una carrera extraordinaria en el cine mundial, donde además, el propio director en una escena fantástica al final de la película, reivindica el valor del arte para cambiar las cosas, y la voz, hasta la suya propia, para cambiar el relato.

&#039;El Irlandés&#039; (Martin Scorsese)

'El Irlandés' (Martin Scorsese)

09:13

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Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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