Las imágenes
"Hay que mirar, pero el hecho de hacerlo puede convertirnos en simples mirones del sufrimiento ajeno, en observadores insensibilizados para los que da igual Gaza o Ucrania"
Barcelona
Necesitamos ver esas imágenes. O, al menos, necesitamos poder ver esas imágenes. Que cada cual decida si mira o no. Es nuestro deber como humanos ser conscientes del sufrimiento de otros humanos, porque no es humano hacer como si no existieran.
El caso es que las imágenes son imágenes, no la realidad. Alguna vez he presenciado desde muy cerca escenas similares, aunque seguramente no tan horrorosas, a las que llevan días pasando ante nuestros ojos. Les aseguro que estar presente no es lo mismo.
La ensayista Susan Sontag reflexionó mucho sobre el poder de la imagen y acabó admitiendo una paradoja: hay que mirar, pero el hecho de hacerlo puede convertirnos en simples mirones del sufrimiento ajeno, en observadores insensibilizados para los que da igual Gaza o Ucrania. Insisto: no es lo mismo observar de reojo una pantalla mientras nos preparamos un bocadillo que estar ahí, sentir físicamente el miedo, escuchar los gritos o el silencio.
Creo que hay algo peor que ejercer como mirón de la muerte: convertirse en un mirón fanático. Me revuelve el estómago la convicción con que algunos, a miles de kilómetros de distancia, expresan la necesidad de exterminar a unos u otros. O la seguridad con que dan toda la razón a unos y se la niegan por completo a los otros. Hamás es una banda repugnante que tiraniza a los suyos y propugna un genocidio. Israel y sus colonos tienen un comportamiento criminal con los palestinos. Ambas cosas son, además de compatibles, demostrables.
Si esos fanáticos de sillón tuvieran ocasión de mirar de cerca los ojos de dos víctimas, una de cada bando, comprenderían mejor las cosas. Es decir, dejarían de comprenderlas con tanta claridad. Quizá entonces captarían, de alguna forma, el auténtico horror de todo esto.
