La fiesta nacional

Madrid

Una fiesta nacional es la fiesta de una nación. Cuando unos nacionales expulsan a otros de la misma -y más si es a su Gobierno y a presidente legítimo, a quien el jefe del Estado ha designado para que trate de nuevo de presidirla por imperativo de las urnas- , está achicando la nación en fiesta. Quienes ensucian la fiesta nacional estropean a la nación. La quiebran, la niegan, la enfangan.

Que eso lo hagan los nostálgicos de la dictadura quizá sea coherente. Pero si les corean los derechistas y ultraderechistas que se llenan falsamente la boca con la Constitución, resulta patético. Sepan que la Carta Magna eleva al Gobierno a institución democrática fundamental, y en su título IV, justo después del Parlamento. Una cosa es criticar a cualquier Gobierno, algo perfectamente legítimo en uso de la libertad de expresión; otra, deslegitimarlo.

Cuando se llama traidor a un presidente, cuando se le asocia con terroristas sanguinarios, cuando se le insulta, no se está criticando a un equipo gubernamental, se erosionan las instituciones democráticas. No hay duda de quienes instigan activamente este tipo de boicot: quienes tachan al Gobierno de ilegítimo porque no están ahí; quienes le califican de amigo de los etarras, de Hamás y tiro porque me toca. Ustedes saben.