Que la comunidad internacional se tome un Valium

Madrid

Escenas de Israel y Palestina en 1987, durante la Primera Intifada, cuando los palestinos sólo se rebelaban contra la ocupación israelí mediante el uso de hondas y piedras. Al otro lado, armas de verdad.

Sigo. En un chalé de Jerusalén Este, hoy tan disminuido como los territorios de la Cisjordania ocupada, la mujer israelí que se lo alquilaba a un corresponsal extranjero se inquietaba por si el dueño, un palestino expulsado, regresaba a por lo suyo. "Pero yo soy muy buena", nos dijo. "Cada año le permito volver una vez, arreglar el jardín y besar la tierra".

Sigo. La infatigable abogada israelí, Lea Tsemel, que dedicaría toda su carrera a defender palestinos, me atiende mientras va de un caso a otro, con una toga medio colgando y una mirada de infinito cabreo. Trata con injusticias. Mucho después, en 2019, será muy justamente protagonista de un documental, Advocate, que podéis ver en Filmin. Todavía está indignada.

Sigo. 1993, Hebrón, año de los malogrados Acuerdos de Oslo. Las tropas israelíes han anunciado que se retiran. Falso. Hablo con un chiquillo que se está dejando crecer una magra pero voluntariosa barba, signo de afinidad con Hamás. De la Primera Intifada le quedó un hermano tretrapléjico. Piedras, nunca más. Sin embargo, quien atentó en Hebrón, en la Mezquita Ibrahimi, un año después, fue un colono judío-norteamericano. 29 muertos,125 heridos.

Y así estamos. Horrendos asesinatos y secuestros perpetrados por la indudablemente terrorista organización Hamás (estimulada en su nacimiento por Israel, aunque se le fue de las manos). Horrenda represalia perpetrada por el indudablemente colonizador y depredador Estado israelí, que tiene, no obstante, derecho a existir.

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Y no hay vuelta a las fronteras de 1967. No hay un Mandela, no hay un De Klerk. Rabin y Arafat están muertos. ¿La comunidad internacional? Que se tome un Valium.