Sed de mal

Barcelona

Ahorcamos a los ladronzuelos y a los grandes ladrones los hacemos políticos. Algo así vino a decir Esopo, el de las fábulas, hace más de 2.600 años. Como ven, la cosa viene de antiguo. Pero es, me parece, cada día más grave.

Por no señalar todavía lo que tenemos más cerca, fíjense en Estados Unidos: Donald Trump encabeza las encuestas y podría volver a la Casa Blanca. Da igual que organizara un asalto al Capitolio, que intentara acabar con la democracia, que ande por ahí contando los secretos de los submarinos nucleares, que haya estafado a no sé cuánta gente y que mienta por sistema: los suyos le adoran, y pueden ser mayoría.

Y ahí está Vladimir Putin, el más conspicuo criminal de guerra del momento, un tipo propenso a asesinar a quien le lleva la contraria. Las barbaridades que hace en Ucrania no incomodan a la población rusa, quizá porque mientras se entretiene matando en Ucrania mata menos en su propio país.

O Mohamed bin Salman, capitoste saudí y descuartizador de periodistas, al que corteja todo el mundo. Ya no se puede ver un partido de fútbol sin sufrir un ametrallamiento publicitario de Arabia Saudí, ese gran destino turístico, ese país paradisíaco, sobre todo para las mujeres.

Dirán ustedes que Putin se sale con la suya por el gas y las armas nucleares, que Bin Salman por los petrodólares y que Trump no camina hacia la cárcel, sino hacia la presidencia, porque los yanquis son así. Pero no. Los políticos nos gustan malotes.

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Aquí, por ejemplo, ya no castigamos la malversación cuando se perpetra con fines políticos, es decir, cuando se roba en nombre de la patria. Votamos masivamente a quien durante la pandemia dejó morir a miles de ancianos en las residencias. Y estamos a punto de amnistiar a quienes montaron el lío catalán.

Disculpen este arrebato. Será por los calores.

Soy Enric González. Que tengan ustedes un buen día y un feliz verano.