Del amor a los perros
De herencias millonarias a correas de Versace, no son pocas las críticas de hoy a los excesos que tenemos con los perros a modo de, entre comillas, "raza superior que nos domina"
![Ignacio Peyró: "Del amor a los perros"](https://cadenaser.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fsdmedia.playser.cadenaser.com%2Fplayser%2Fimage%2F20239%2F07%2F1694091471_asset_still.jpeg?auth=385ae5c251f3866eed03858df689b3fef723093c293b3dc455de0d20bd1e866b&quality=70&width=736&height=414&smart=true)
Ignacio Peyró: "Del amor a los perros"
01:53
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Siempre hubo gentes muy suyas en cuestión de mascotas: Augusto paseó un cocodrilo, Nerval una langosta y Alan Clark tuvo un don para amaestrar a las grajillas. Mi preferida, la condesa de Eglinton, domesticó a una docena de ratas que –según lamentó su dueña– eran más agradecidas que cualquier persona.
Más información
El de la condesa quizá sea un comentario sorprendente en unas ratas, pero nadie se extrañaría de oírlo sobre un perro: son incontables las gentes a quienes los perros han aligerado esas cargas constantemente humanas de la soledad y el dolor. En las páginas que dedicó al suyo, Malaparte nos habla de su compañía como "reflejo de mi espíritu". Y justo en ese "estar ahí junto a nosotros" aprendemos que la compañía sea tal vez una forma superior de la misericordia.
De herencias millonarias a correas de Versace, no son pocas las críticas de hoy a los excesos que tenemos con los perros a modo de, entre comillas, "raza superior que nos domina". No es invención de ahora: ahí estuvo el inglés que alimentaba a sus rehalas con filetes y champaña, o esa dama que, en el estudio de su modista, sólo elegía las telas sobre las que sus perros se sentaban.
Sin embargo, hay algo definitivamente poco frívolo en el perro, y quizá, cuando Cervantes los hace hablar, no hacía sino intuir que el encuentro de un hombre y un perro siempre es el de dos formas de dignidad. Lévinas cuenta que, en su campo de concentración, "mientras los guardianes les trataban como el estiércol, un perro (…) era el único que les recibía alegremente". Esas fiestas del perro eran "algo que les recordaba que seguían siendo humanos": "nosotros fuimos hombres", dice, gracias a ese animal. Son cosas que pensar cuando la mirada del perro nos atraviesa "con su temor de criatura confiada" como una interpelación a nuestro amor.