La investigadora Montse Martín-Hernández sobre la regulación de la edición genética de plantas: “Europa se está quedando atrás”

Madrid

La edición genética de plantas está revolucionando la biotecnología y podría suponer un antes y un después en la agricultura. Con la técnica de edición CRISPR, los científicos son capaces de inactivar o modificar el ADN de un tomate para que la planta requiera menos agua o el del trigo para que carezca de gluten. No son transgénicos, "son modificaciones que también podrían ocurrir de forma espontánea en la naturaleza", explica Montserrat Martín-Hernández, investigadora IRTA en el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG).

En su laboratorio, Martín-Hernández estudia la resistencia de una variedad de melón al virus del mosaico del pepino. "Es un virus capaz de infectar a más de mil doscientas especies, de muy diversas especies", cuenta, "nosotros estamos estudiando la resistencia genética que el melón exótico coreano tiene al virus y comparándolo con nuestro melón típico, el piel de sapo". Entender el funcionamiento de la infección permitirá a su equipo modificar los genes y mejorar la resistencia de la planta.

“Europa, desde 2018, considera que estos Organismos Modificados Genéticamente (OMG) son equivalentes a los transgénicos. Nosotros sostenemos que no”, ha explicado la investigadora. Ahora, la Unión Europea ha abierto la puerta a aprobar una legislación que permita los cultivos modificados, lo que permitiría comercializar dentro de los países miembros las nuevas variedades obtenidas. “Europa se está quedando atrás y no podemos permitirnos no aprovechar esta herramienta científica que es CRISPR. Las mutaciones introducidas por esta técnica en un gen concreto no se pueden distinguir de las mutaciones surgidas al azar en la naturaleza.”