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La historia del equipo clandestino que contestaba en nombre de Elena Francis y otros secretos del consultorio radiofónico

Un millón de mujeres y hombres desesperados escribieron cartas a la doctora, altavoz del franquismo, que nunca existió

Cartagrafías | La historia de las cartas de Elena Francis

Cartagrafías | La historia de las cartas de Elena Francis

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Hubo una época en la que se escuchaban cartas en la radio y ya que nosotros estamos recuperando la costumbre desde la perspectiva de las historias, hoy dedicamos un especial al consultorio radiofónico de Elena Francis que comenzó a emitirse cada tarde en 1947 desde Radio Barcelona y estuvo en las ondas hasta 1984, formando parte de la educación sentimental de varias generaciones. Su contenido se centraba, principalmente, en leer y resolver dudas de las oyentes que llegaban por correspondencia.

La idea del consultorio fue de una empresa de cosmética de la época, el Instituto y Laboratorio de Belleza Francis, que pensó, acertadamente, que este formato sería la mejor plataforma para vender sus productos. “La naturaleza crea, Francis embellece”, era el eslogan de la firma. La copropietaria de la empresa, Francisca Elena Bes, se encargó personalmente de la gestión y supervisión del consultorio. El espacio seguía la línea de otros programas de temática femenina y belleza de esos años.

En concreto, tomaba ejemplo del consultorio de Mercedes Fortuny que había estado en antena durante 50 años en Radio España con las cartas como elemento principal también. El programa se regía por las normas domésticas y sociales de la dictadura de Franco donde las mujeres debían aspirar únicamente a ser buenas católicas, madres y esposas. Nunca se reconoció su importancia, pero la base narrativa del consultorio fue obra de una mujer en la sombra: Ángela Castells, una de sus primeras guionistas. Era miembro de la Sección Femenina de la Falange, una mujer religiosa muy preocupada por la moral femenina. Al principio, los programas se centraban en consejos de belleza, pero enseguida las propias oyentes abrieron sus dudas a cuestiones cada vez más íntimas. El franquismo lo aprovechó para potenciar sus mensajes.

Las contestadoras de cartas censuradas

Sus creadores no podían imaginar el éxito del consultorio que trascendió lo comercial y se convirtió en un fenómeno social sin precedentes. Cientos de oyentes enviaban cartas a la sede del Instituto y contestaban a todas, aunque solo se radiaran "las más adecuadas", unas siete, que pasaban una doble censura: la política y la religiosa. Empezaron a llegar tantas cartas –llegaron a recibir 30 mil cartas al mes- que tuvieron que contratar a un equipo externo que respondía en nombre de Elena Francis. Hubo mucho secretismo entorno a estas "contestadoras de cartas”, firmaban un pacto de silencio, pero, conocemos detalles de su trabajo gracias a testimonios como el de Pietat Estany que se dedicó durante 7 años a contestar misivas del consultorio, desde su casa y por un sueldo miserable. Consiguió el empleo tras contestar a un escueto anuncio de un periódico.

Lo contó, ya jubilada, en un libro de memorias que presentó en La Ventana de Gemma Nierga. Ella respondía a cartas especialmente duras, que eran las que no se emitían, y que relataban episodios de abusos sexuales, violaciones o maltratos: "es mucho mejor que se haga la ciega, sorda y muda. Procure hacer lo más grato posible su hogar, no ponga mala cara cuando él llegue”, "a las mujeres, aunque tengamos la razón, siempre nos toca perder”, aconsejaba la supuesta doctora.

La audiencia, en general, pensó durante todo el tiempo que duró el consultorio, que Elena Francis, tal y como les contaban por la radio, era una doctora barcelonesa celosa de su intimidad. Una “voz” hablaba en su nombre y del Instituto Francis, voces como la de Maruja Fernández, actrices que tenían tanta fuerza locutando, que muchas oyentes terminaban imaginando que les contestaba la doctora directamente. El programa recibía muchos elogios, pero también críticas que llegaban a escucharse en antena, creando el efecto contrario, más seguidoras de Elena Francis.

"A las mujeres, aunque tengamos la razón, siempre nos toca perder”

Al principio, la destinataria del programa era una mujer de clase media alta que pudiera permitirse comprar las cremas -una crema podía equivaler a dos semanas de sueldo de una trabajadora textil, por ejemplo-, pero se engancharon jóvenes que habían emigrado a las grandes ciudades en busca de una vida mejor. Muchas no tenían radio o tiempo para escuchar el consultorio y aún así mandaban cartas porque se sentían muy solas en su desgracia, con sentimientos de culpabilidad que cultivaba la moral del régimen. El aire de clandestinidad está presente en las cartas, algunas mujeres no firmaban con su nombre sino con frases del tipo “una enamorada muy triste”, “desgraciada sin remedio”, deformaban la letra o ponían otra dirección para que nos las reconocieran. Las respuestas de Elena Francis eran aleccionadoras tal y como se puede leer en sus misivas.

El consultorio se mantuvo hasta 1984, cuando la correspondencia comenzó a escasear, ya no encajaba en la nueva sociedad española en democracia y que había legalizado el aborto. En sus últimos años de emisión, un investigador ya mencionó que Elena Francis era un engaño publicitario. Pero el shock definitivo lo provocó uno de los guionistas del espacio, tiempo después de su desaparición: Juan Soto Viñolo que publicó un libro donde revelaba que durante 18 años él se encargó de responder a las oyentes. Contó que llegaba a inventarse cartas para dar más emoción. Para la sociedad española fue muy duro descubrir que su gran confidente no era real. La supuesta Elena Francis, cuando se retiró, publicó una carta para defender el honor del consultorio.

Los hombres de Elena Francis

Lamentablemente, toda esta correspondencia vinculada al programa no fue archivada. En 2005, más de un millón de cartas aparecieron en muy mal estado, en una masía medio abandonada de Cornellá que había sido propiedad de la familia propietaria de la empresa. En 2005, Mari Luz Retuerta, directora del Archivo Comarcal del Bais Llobregat, pudo rescatar, tras un aviso municipal, 100.000 de esas misivas y han catalogado unas 10.000 que se pueden consultar en el propio archivo.

Se trata del fondo epistolar más importante de España. Unas 4.000 están recogidas en el libro “Las cartas de Elena Francis, una educación sentimental bajo el franquismo” de la editorial “Cátedra”, firmado por los investigadores Rosario Fontova y Armand Balsebre que las analizan y cotejan tanto con las respuestas como con los guiones de aquellos años. Cuentan aspectos desconocidos como que las mujeres nunca hablaban de política o que muchos hombres mandaban cartas a Elena Francis pidiendo trabajo, una novia o respuesta a sus problemas sentimentales. Éstas no solían mencionarse en antena.

La historia del consultorio ha dado para varios libros de ficción -el último "Una pregunta para Elena" de Elena Marga Durá- y juegos radiofónicos como el que organizó Javier Sardá en 1995 cuando él y su equipo recrearon en la radio el consultorio con una selección de cartas. Elena Francis marcó tanto a la sociedad española que hasta Serrat le dedicó una carta de despedida en forma de canción.

 
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