"También pagamos los sueldos de los ultras. Y eso que son mucho menos útiles"

Madrid

Cuando suenan en el Congreso las lenguas española no castellanas, los de Vox se levantan y se ausentan. Y cuando un diputado del PP habla dignamente en euskera, vuelven a ausentarse y arrojan los pinganillos en el escaño del presidente del Gobierno. Dicen que son el partido del orden y son los del desorden. Dicen que son los patriotas, y odian a la patria realmente existente. Odian, sí. Porque ridiculizar idiomas es despreciar a quienes los hablan. Y si se trata de idiomas españoles, es un desprecio a todos los españoles, a España entera.

Pero hay más. Decía Feijóo, siempre tan agudo, que los ultras forman un partido constitucionalista. Nunca lo fueron porque proponen desmantelar ladrillos esenciales de su edificio, como las autonomías. Pero es peor. Además son anticonstitucionales. No solo en espíritu. También incumplen su letra. Dice el artículo 3 de la Constitución que las lenguas españolas como el catalán, el gallego y el euskera constituyen “un patrimonio cultural” de todos, que “será objeto de especial respeto y protección”. Y ellos no están por el respeto ni por la protección. Sino por el menosprecio y la humillación.

Europa es plurinacional y plurilingüística. Es su riqueza. Por eso en el Parlamento Europeo se usan pinganillos, aunque muchos eurodiputados sepan inglés y francés. En España pasa lo mismo. Por eso se utilizaban en el Senado, y ahora finalmente en el Congreso, aunque todos los diputados sepan castellano. Y llegará el día que un ciudadano vasco se expresará en el Tribunal Supremo en su propia lengua. Todo esto cuesta un dinero. Pues claro. Es útil para subrayar que disponemos de esa enorme riqueza cultural. También pagamos los sueldos de los ultras. Y eso que son mucho menos útiles. Excitan al odio, como el franquismo.