Libertad, igualdad y fraternidad

Madrid

Ahora que avanza septiembre, los colegios y las oficinas están de par en par y se nos han olvidado casi las vacaciones, es un buen momento para reconocer el lado positivo de la rutina. Celebrar las novedades y las sorpresas está bien, pero nuestra felicidad tiene mucho más que ver con las buenas rutinas, esa vida normal que pasa de manera amable junto a nosotros y a la que sólo le damos importancia cuando la perdemos. Disfrutemos la fraternidad de los días sencillos.

El verdadero reto será que las tormentas, las inundaciones, los terremotos y las granizadas no se conviertan en una rutina. El viaje de la historia no puede hacerse en una patera sobresaltada, ni vivir puede ser buscar cadáveres bajo los insultos, las aguas y los escombros. Las buenas rutinas son incompatibles con las catástrofes, algo que vale también para los discursos de odio de la política. Recordemos que la palabra igualdad como lema resulta inseparable de la fraternidad. Por la fraternidad se pagan impuestos para que los ciudadanos con menos ingresos puedan acceder como un derecho entre iguales a una buena sanidad y una educación equitativa. No se puede llamar a la igualdad entendiendo que la libertad se parece a un tifón de sálvese quien pueda en la ley del más fuerte.

Libertad, igualdad y fraternidad. Utilicemos juntas las tres palabras en unos días confusos en los que una candidatura a la presidencia del Gobierno se convierte en una tormenta autoritaria contra todos los demás o en un terremoto entre compañeros del mismo partido. Cuanto antes, nos conviene volver a la rutina de la democracia y superar el terremoto de la crispación para darnos con tranquilidad los buenos días. Sí, que la tranquilidad sea un bien común.