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Woody Allen: "Siempre he sido un vago, no soy como Scorsese o Spielberg, a las seis ya estoy en casa"

El director regresa con 'Golpe de suerte', su película número 50 que estrena a los 87 años en medio de la polémica tras ser señalado por el Me Too

Woody Allen: "Siempre he sido un vago, no soy como Scorsese o Spielberg, a las seis ya estoy en casa"

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Venecia

Woody Allen es el más europeo de todos los directores americanos. A pesar de su idiosincrasia tremendamente neoyorquina, nacido en una familia judía de Brooklyn, criado en los locales de jazz de la ciudad y devastado, como todos, tras el atentado de las Torres Gemelas. En su cine ha homenajeado de distintas formas a su ciudad, ahí está Manhattan, Annie Hall o Días de radio para corroborarlo, y ha hecho que espectadores de todo el mundo reconfiguraran la idea de esa urbe a través de sus películas. Sin embargo, Woody Allen podría ser un director europeo. "Siempre he copiado a los cineastas europeos. Yo lo que intentaba hacer era lo que veía en Fellini y en Bergman. Me siento libre cuando ruedo en Europa. Por ejemplo, en Vicky Cristina Barcelona, fue liberador ver a los personajes hablar en español. Me relajaba totalmente. Me lo pasé muy bien rodando esa película, fui feliz, porque hubo momentos, escenas, sobre todo entre Penélope Cruz y Javier Bardem, en las que yo realmente todavía no sé que dicen. Improvisaban, se gritaban, discutían. Yo no hablaba ni una palabra de español, pero los veía y era emocionante verlos. Sentías la emoción", dice en una entrevista en la Cadena SER durante el Festival de Venecia.

En Venecia, ciudad que filmó en su musical Todos dicen I love you, presentó su película número 50. Una filmografía extensa, variada y llena de altibajos, como cualquier carrera que ha salido de Estados Unidos, primero por su influencia europea, después por la falta de financiación ante las acusaciones de nuevo de haber abusado de la hija adoptiva de Mia Marrow cuando era menor. De la polémica dice que ya lo ha explicado todo. Insiste en su inocencia, tal y como ha confesado en entrevistas y en sus memorias. Esto le ha llevado a rodar fuera, en ciudades como Barcelona, San Sebastián, Roma, París, Londres, donde rodó títulos como Vicky Cristina Barcelona, Rifkin's Festival, A Roma con amor, Medianoche en París o Match Point. A esa última debe mucho su nuevo filme, Golpe de suerte, que tiene algo más de especial, es la primera vez que se atreve a rodar íntegramente en francés.

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"Ha sido igual que rodar en inglés, ninguna diferencia. El guion es en francés, pero las órdenes yo las daba en inglés. Ellos leían, rodaban y yo corregía y podía ver si alguien estaba demasiado enfadado o si alguien estaba demasiado afectuoso. Es sentido sentido común", explicaba sobre cómo había sido dirigir en otro idioma. "Puedes ver una película japonesa y darte cuenta de si son actores buenos o no", insistía un Woody Allen que, cuentan las actrices, acabó hablando en francés al final del rodaje.

No quiere ser injusto con su país, dice que le han apoyado mucho y les agradece el cariño. "Me he sentido muy querido en Estados Unidos. Han sido amables y los críticos y el público siempre han pasado por alto los errores en mis películas. He tenido éxito entre el público americano. Es verdad que en Europa me apoyaron desde el principio. Cuando hice mi película en Francia, Italia, me trataron como uno más, como si fuera europeo. Con el paso de los años, si hacía una película que no era tan bien recibida en Estados Unidos, en Europa sí encontraban cosas buenas que destacar. No puedo hablar mal de Estados Unidos, han sido muy generosos, pero en Europa siempre he sentido más cariño. La gente me pregunta siempre el por qué. Solo se me ocurre que cuando empecé me gustaban tanto las películas europeas que eso es como que te mete en las venas. La segunda cosa es que creo que cuando las traducen a otros idiomas, ganan mucho más, son mejores películas incluso".

A sus 87 años, dice que nunca ha ido al médico, o casi nunca, matiza. Que sigue levantándose temprano para escribir. Primero a mano, luego a ordenador. La famosa máquina pasó a la historia. Hasta tiene un Iphone donde escucha su música preferida, el jazz, que sigue practicando con su banda, con la que dará un concierto esta semana en Barcelona. Se dice que el neoyorquino es uno de los directores más prolíficos del cine actual, pero él no es adicto al trabajo. Le gustan los rodajes, pero lo justo y necesario y además, quita importancia a esto del cine. "No necesitas tanta energía como parece para dirigir. Un trabajo duro es el del taxista o el obrero. Esos son trabajos duros. O el de un maestro de escuela, que cada día tiene que atender a los niños. Pero el mundo del espectáculo no es difícil. Hacer cine no es ir a la luna. No es una ciencia exacta y no necesitas tanta energía", quita épica a la labor del director.

Con fama de no dar muchas órdenes, de cumplir el horario y el plan de rodaje y de pagar el salario mínimo a todos los integrantes, Woody Allen insiste en la normalidad del rodaje. "Cuando llegas por la mañana, todo el mundo te trae el café y está disponible para ti. Tú les dices a todos lo que tienen que hacer y lo hacen. Corriges, les dices que lo hagan de nuevo o que han estado brillantes o que estaba mal. Yo siempre he sido un vago, no he sido como Spielberg o Scorsese, que dan las diez de la noche y todavía están buscando la toma perfecta. A mí eso no me importaba tanto. Yo a las seis de la tarde ya había acabado, seguro que la toma era lo suficientemente buena. A esa hora ya me voy a casa, ceno, veo el partido de baloncesto o béisbol". Pero hay más, dice que en realidad, lo suyo no es un tanto un trabajo. "Se necesitan unos meses para escribir un guion, tal vez seis semanas. Luego el rodaje y luego el montaje dos meses más. Terminas todo en seis u ocho meses, lo que supone un 25 por ciento del año. El resto no tienes nada más que hacer".

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Irónico con la idea de la muerte, la prensa suele tergiversar sus palabras cuando bromea sobre si será o no su última película. Lo cierto es que no tiene en mente retirarse por voluntad propia. Tiene un guion acabado que trascurre, de nuevo, en Nueva York, y no descarta que algún loco quiera producirlo sin decirle cómo o con quién debe rodarlo. La libertad es importante para el autor, pero reconoce que si tuviera que quitar una broma insultante, lo haría. "Lo he hecho y lo volvería hacer", sentencia. "Si algo es insultante, lo quito. Si va a ser cruel con la gente o es insultante y lo eliminamos. Ahora se paga mucho dinero por ir al cine. Mi hija fue a ver Megalodon, una película de terror sobre un tiburón o algo así y le costó la entrada 27 dólares. La gente está pagando por ver películas, así que qué gano haciéndoles pasar un mal rato o insultándoles con algo ofensivo, eso sí, tampoco puedes pensar siempre en lo políticamente incorrecto".

Pero sí preocupa a Allen que todo se convierta en un ofensivo. "Estamos atravesando un periodo en los Estados Unidos, no sé si aquí es igual, en el que la gente se ofende continuamente. Por ejemplo, esto que ha pasado con la nariz de Bradley Cooper. El chico hace una película que no he visto, pero he oído que es muy buena y se han ofendido por ese detalle en el que no hay ni rastro de antisemitismo, ni rastro. No son muchos, es cierto, pero a la prensa les encanta amplificarlo y titular con ello".

El director de Hannah y sus hermanas o Toma el dinero y corre ha explorado en su carrera géneros y reflexiones filosóficas, como la muerte, el azar, el amor, el sexo, el antisemitismo o el mundo del espectáculo. La suerte vuelve a estar, como lo estuvo en Match Point, en el centro y en el título, de esta nueva película. Es la historia de una joven, Lou de Laâge, felizmente casada con un rico cuya fortuna es algo turbia, un divertido Melvil Poupaud, pero que se enamora de un pobre escritor, Niels Schneider, todo supervisado por la madre de ella, una genial Valerie Lemercier. Comedia de enredo, en un París iluminado, como nunca, gracias al trabajo de Vittorio Storaro, con quien ya trabajó en La Rueda de la fortuna.

"Es verdad que los ricos tienen mucha suerte", responde sobre si la suerte puede modificarse o atraerse, como dice el personaje de Popaud en la película. "Lo más importante en la vida es tener salud. Eso está en el numero uno, porque si no estás sano, nada más importa. Lo segundo más importante es la sabiduría y lo tercero es el dinero. Es importante en la vida tener suficiente dinero. No tienes por qué ser rico, si lo eres, estupendo, pero tener dinero te permite sobrevivir en este mundo. Es bueno tener dinero para poder ir a un determinado restaurante o comprarte una casa en la playa o, cosas así. Es genial. Un niño que nace en una familia que no tiene mucho dinero, que no pueden elegir lo que quiere, ni siquiera la escuela, o la sanidad", reflexiona alguien que se considera muy afortunado en la vida, a pesar de los pesares.

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"Me he sentido honrado por millones de cosas. Por conocer a escritores, actores, directores, músicos, por tener millones de ídolos con los que he podido hablar. Tengo fotos en mi casa con muchos de ellos. Por ejemplo, con Ingmar Bergman. Siempre me han maravillado los directores franceses, Fellini y Charlie Parker y otros músicos. Es mucha gente la que ha hecho mi vida maravillosa. Me siento muy afortunado de haber vivido en la misma época que Marlon Brando, o que Muhamed Ali". Sin duda, su vida ha recorrido la historia reciente, que no ha obviado en sus películas. Ahora los tiempos han cambiado, ¿echa de menos algo Woody Allen? "Echo de menos a mucha gente que ya no está. Por ejemplo, me hubiera gustado poder ver con mi esposa a Louis Amstrong tocar la trompeta en directo".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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