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Venecia 2023 | Sofía Coppola convence con su cuento de hadas terrorífico sobre el amor tóxico de Elvis y Priscilla

La directora busca su segundo León de Oro en Venecia con 'Priscilla', la historia de la liberación de una mujer en los años sesenta en una película elegante, feminista y tremendamente actual

Fotograma de Priscilla / Festival de Venecia

Venecia

Los personajes de Sofía Coppola viven siempre atrapados en castillos, en hoteles, en internados, en casas y hasta en matrimonios. La directora, ganadora del León de Oro con Somewhere, donde su protagonista vivía en un hotel con piscina de Los Ángeles, regresa a Venecia con una historia aparentemente alejada de su universo, pero que no puede ser más personal y cercana a su cine. Priscilla, película basada en las memorias de 1985 Elvis and Me de Priscilla Beaulieu y Sandra Harmon, donde la esposa del mito americano cuenta la relación entre de amor entre ambos.

Después del éxito de Elvis, el biopic que firmó Baz Lurhman, Coppola presenta esta historia completamente diferente. Que no es que complete el relato, sino que mira a lugares donde a otros directores, hombres, no se les ocurriría mirar. En realidad, Priscilla es un terrorífico cuento de hadas, donde una tímida joven de la América profunda se enamora profundamente de un apuesto hombre, mayor que ella. Como cualquier adolescente con las carpetas forradas con la foto de su ídolo, ya sea un cantante o un actor de Hollywood o un futbolista, la joven de quince años se siente obnubilada porque la gran estrella se fije en una adolescente del montón, hija de militares y en pleno instituto.

Coppola convierte su película en un delicado relato más del me too a través de la historia de la esposa de Elvis. Decimos que es un relato más, porque lo que cuenta es lo que han vivido todas las mujeres alguna vez en su vida, no solo las de la generación de los sesenta. Ahí están las publicaciones de estos días en redes sociales de mujeres anónimas que cuentan la violencia en gestos cotidianos, en primeras citas, en sus relaciones, en sus matrimonios o en el trabajo. Es lo que sufrió esta chica que pensaba que iba a vivir un cuento de hadas y vivió una relación tóxica con el hombre más famoso de América.

Con un luz oscura, apagada, donde los tonos pastel parecen emanar melancolía, la directora evita el brillo y el dorado, lo kitsch que rodea a la figura de Elvis es totalmente triste. La directora se centra en los primeros años de la relación, los que coinciden con el paso de la adolescencia y minoría de edad de la chica, hasta su madurez y decisión de huir. En el fondo, Priscilla es la historia de una liberación feminista. De una toma de conciencia, que hemos visto en otros relatos en este festival, como el de Pobres criaturas de Lanthimos, otra de las películas más aplaudidas del certamen. En el día a día de esta relación, no vemos a Elvis cantar o actual, eso queda fuera de campo. O aparece en televisión, o en los periódicos y revistas, que daban cuenta de sus éxitos laborales y sentimentales, en las fans que esperan a las puertas de la casa de Memphis. Lo que antes hubiera sido una historia de amor luminosa, ahora es un cuento tenebroso. Por ello, Coppola elige un tono oscuro, luces apagadas y decorados decrépitos. Como en Las vírgenes suicidas, su ópera prima, Priscilla es una película cargada de simbolismo y pequeños detalles y gestos de sus protagonistas.

No era fácil elegir el reparto de esta película, pero Coppola sale airosa. No solo por el alter ego Priscilla, también por el Elvis, uno de los nuevos actores de moda, Jacob Elordi. Actor de ascendencia vasca que sale en la exitosa serie Euphoria. Contaba la directora que no quería parecidos ni imitaciones, pero que en Elordi encontró el carisma de Elvis. Se citó con él en un bar de Los Ángeles y todas las chicas jóvenes le miraban. Así ha ocurrido también en Venecia, donde han sido de los pocos artistas americanos en acudir al certamen con el permiso del sindicato de guionistas y actores y actrices, ya que el filme es una producción independiente de A24.

Como hizo en María Antonieta, la protagonista vive encerrada, no en un castillo, pero si en una casa, en un matrimonio. Como en aquel filme, la película se centra en una época, pero la transciende. Aquí no hay unas converse debajo de las enaguas, pero sí hay una conexión temática con la actualidad, donde las prácticas del patriarcado empiezan a cuestionarse cada vez con más fuerza y desde diferentes miradas y puntos de vista. Si en Las vírgenes suicidas hablaba de los aspectos sombríos de la vida juvenil y en Lost in translation de la decadencia de una pareja, en Priscilla indaga de nuevo en esos temas, añade la fama, como en Somewhere, y las relaciones entre padres e hijos, e imprime un tono triste al cuento de hadas donde los silencios son casi más importantes que los diálogos.

A través de la joven actriz Cailee Spaeny vemos la incredulidad y decepción de una chica que tiene que aceptar que es el novio el que decide cómo y cuando se folla. Nunca, solo hasta el matrimonio, mientras él estaba con todas las actrices famosas que podía, insistiendo en esa idea tan extendida de una mujer pura como esposa y otras para divertirse. El hombre que se busca una mujer para que esté en casa, cuidando el fuerte, dándole hijos y vistiéndose para él. Frases y comportamientos que hasta hace poco teníamos como normales, empiezan a ser cuestionadas.

Con una banda sonora llena de temazos, entre ellos algunas canciones de su pareja, el músico francés Thomas Mars, líder de Phoenix, y con esa mirada femenina, heterodoxa, sincera y personal, Coppola vuelve a centrarse en la evolución de su personaje, más que en la historia en sí con un emotivo final que ojalá sirva a muchas mujeres.

 
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