Debatir de qué
"Queremos que la gente sienta, nada de pensar. Y si se trata de instaurar la censura, hablar es lo que menos se necesita: basta con mandar callar"
Galicia
Hablar es bueno, hablar poco es mejor, y no hablar es lo ideal, concluyeron Núñez Feijoo y Abascal en sintonía de pensamiento. Se acaba antes. Además, hablar de qué: ¿de lo que pretendes hacer si gobiernas? Menudo suicidio. Ojalá lo supieras. Si hablas es fácil que en un descuido salga a la luz qué piensas, o quede en entredicho si piensas, que siempre es una duda que flota en el aire. Hay que poner una frase, y luego otra, y otra. Una sola frase es ya una tribulación. Tienes que concebirla, estructurarla, enunciarla, esperar que se entienda, afrontar las reacciones, y comenzar otra vez, buff. Si tienes que decir la verdad, la idea misma de debatir degenera en descabellada. Empiezas hablando y acabas por hacer reflexionar a la gente sobre lo que dices. Eso está superado. Queremos que la gente sienta, nada de pensar. Y si se trata de instaurar la censura, hablar es lo que menos se necesita: basta con mandar callar. Debatir sería asumible si pudieses acudir a un debate, gritar «Sanchismo», e irte. A partir de dos palabras, un debate roza lo interminable, como cuando a la pareja de aquel cónsul, en una recepción en la embajada, le presentaron a Augusto Monterroso, autor del famoso cuento del dinosaurio, de siete palabras. Al saludarlo, le comentó: «Ah, el cuento del dinosaurio, recién lo estoy leyendo, ya le contaré cuando termine».