La censura
"No puedo estar más de acuerdo. La cultura, como la palabra, debe ser libre. Cada acto de censura, sea política o económica, huele a fascismo"
Esta voz cascada, la mía, se suma, por supuesto, al manifiesto de la Organización por la Liberación Artística. Antes, intelectuales y artistas solían limitarse a ser “los abajo firmantes”; ahora, según veo, se unen en una organización que no reclama simplemente la libertad, sino la liberación, es decir, la acción de poner en libertad algo que permanece cautivo. Quizá estén vislumbrando un futuro próximo.
Las bochornosas censuras locales impuestas por Vox allí donde ha tocado poder son preocupantes, sin duda. Prohibir a Virginia Woolf, considerar pecaminoso a Lope de Vega o impedir la exhibición de una obra en que dos mujeres se besan da una idea bastante clara de lo que hay al fondo a la derecha. Y no me refiero al retrete del bar.
La Organización por la Liberación Artística afirma que la cultura es un derecho fundamental que no debería someterse a ningún tipo de censura, ya sea política o económica. Dicen también que “hoy censuran para que mañana nos autocensuremos”.
No puedo estar más de acuerdo. La cultura, como la palabra, debe ser libre. Cada acto de censura, sea política o económica, huele a fascismo. Por eso me opongo a Vox. Por eso me opongo también a quienes quieren cancelar a Woody Allen, y a quienes se niegan a leer a Céline porque era nazi, y a quienes parecen incapaces de entender el sarcasmo de Anónimo García, y en general a quienes confunden la cultura con la moralidad o la higiene.
La cultura, como el sexo, resulta mejor cuanto más sucia.