Serpientes, hielo y las dos Españas

Madrid

George Orwell, autor de novelas distópicas contra los totalitarismos tan emblemáticas como 1984 y Rebelión en la granja, dejó escrito que el peligro no es tanto el disco que se toca, sino la mente gramófono que lo reproduce. Hoy en día bien podemos decir que lo que más miedo da es que hayamos dejado crecer en nuestros cerebros el huevo de la serpiente, como si se tratara de un inofensivo hilo musical de ascensor.

Poco a poco, la cantinela del neofranquismo ha ido acomodándose en nuestro hipocampo, en unos más que en otros, parasitando las zonas previamente inertes por falta de buena formación e información; de tal modo que el usuario puede creer que recuerda que cualquier tiempo pasado será un futuro mejor.

La serpiente ha sido largamente incubada desde que uno de los carniceritos de Irak largó aquello de "a mí nadie va a decirme cuánto vino puedo beber", con su aura de desafío falsamente libertario. Y el reptil, ya bien crecidito, ha sido puesto de largo, por necesidad y también por afinidades electivas, de la mano del padrino de Génova. En un múltiple aquelarre de debutantes, que se celebra, por decir algo, en nuestras instituciones.

Por seguir con la literatura, una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Que lo hiele en cubitos o introduciéndose en recipientes democráticos solo significa que la vieja canción del totalitarismo se adapta a estos tiempos.

Nota al pie: Que me perdonen los reptiles, por favor.

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