La tentación del ridículo
"No siempre hay una voz en tu cabeza que te alerte y te diga «Pero qué haces, hombre, retírate, vete a tu casa»"
Galicia
Empatizo con la gente que hace el ridículo porque pienso que podría ser yo perfectamente. No siempre hay una voz en tu cabeza que te alerte y te diga «Pero qué haces, hombre, retírate, vete a tu casa». Cuando vi a Borja Semper tras un atril del PP que ponía «Verano azul», descalzo, en una playa falsa, en pleno Madrid, con una mar de fondo dibujado en una lona, en el primer momento solo pensé: menos mal que no soy yo, madre mía. Me sentí la persona más afortunada del mundo. Después también pensé en qué sería lo que le impidió comparecer sin camiseta, porque parecía realmente un día caluroso, y estaba diciendo cosas que ponían a cualquier rojo como un tomate: que el PP era coprotagonista de los grandes avances sociales, tal vez en referencia a las leyes del divorcio, la interrupción del embarazo, la eutanasia o el matrimonio homosexual, ante las que siempre voto en contra. Pero fuera de esto, el show de la playa me gustó. Creo que me recordó a cuando Dean Martin actuaba en Las Vegas, y una voz en off lo presentaba anunciando: «Señoras y señores: el Hotel Sands se enorgullece de presentarles a la estrella de nuestro espectáculo directamente desde el bar». En definitiva, el ridículo es nuestro mejor patrimonio: cuidémoslo.