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"Las pantallas son como el tabaco": una especialista denuncia que faltan campañas de visibilización de los daños en el cerebro de los niños

La especialista María Caballero contesta a la pregunta de a qué edad debe darse una pantalla a un niño por primera vez. "En generaciones anteriores lo hacían bien, aún sin saberlo", sostiene la autora de 'Neuroeducación de profesores y para profesores'

"Las pantallas son como el tabaco": una especialista denuncia que faltan campañas de visibilización de los daños en el cerebro de los niños

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Las pantallas han invadido el mundo y han conquistado, también, la infancia. El uso de teléfonos móviles o tabletas por parte de niños cada vez más pequeños se ha generalizado, a pesar de que muchos estudios indican que esta costumbre puede tener efectos nocivos sobre el desarrollo de los más pequeños.

No es solo el tiempo que los niños, en algunos casos menores de 2 años, pasan imbuidos en las pantallas sino que ese tiempo es tiempo que están dejando de mirar a personas que están a su lado para aprender de ellas. Es la forma en la que los humanos comenzamos a aprender, mediante la observación, y hay algunos elementos que nos hacen humanos, como la empatía, que los niños no podrán aprender bien si les ponen una pantalla delante.

En 'Hoy por Hoy', la profesora y neuroeducadora María Caballero ha denunciado que "lo que nos está pasando es más o menos lo que nos pasó con el tabaco". "Como entonces, sabemos que las pantallas son adictivas y la ciencia ya dice que modifican el desarrollo neurológico. Lo que falta son campañas de sensibilización sobre los daños, igual que se hicieron con el tabaco cuando los niños empezaban a fumar literalmente a los seis años", ha reclamado la especialista.

Por tu experiencia no solo como neuroeducadora también como profesora, estando en las aulas, ¿qué te parece la medida adoptada por Suecia de volver a los libros de texto y dejar un poco de lado la tecnología?

Debería invitarnos a hacer una profunda reflexión en cuanto a las dinámicas que estamos teniendo en los sistemas educativos, porque estamos en modelos alejados de lo que enseña la evidencia. Ya en 2018, cuando Suecia estaba implantando la eliminación del libro físico, la OCDE señalaba que al profesorado nos faltaba conocimiento de tecnología. Creo que aquí debemos abordar cómo se usa la tecnología en el aula y conocer el impacto que tiene y, sobre todo, dejar tiempo para la parte humana. Esto es lo que yo creo que ha pasado en Suecia: no han abordado esa educación desde la parte humana de la tecnología, para dejar tiempo a la interacción, a las sinergias del aprendizaje social, que realmente son la base del aprendizaje.

¿Físicamente cambia el cerebro de un niño cuando se le somete a este tipo de estímulos?

Sí, hay cambios. En las primeras etapas de la vida, el crecimiento, el cambio que se produce en el cerebro, es mucho mayor que en cualquier otra etapa de la vida. El cerero no está diseñado para desarrollarse interactuando con una pantalla, sino para desarrollarse interactuando con el exterior y sobre todo con otras personas: con padres, con hermanos, con iguales.

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El hecho de que haya una pantalla modifica el aprendizaje posterior porque hace que se esté estimulando un aprendizaje visual que es erróneo, porque la vida no es eso. Este aprendizaje que están teniendo con las pantallas se produce a través de imágenes muy rápidas, de color, de movimiento. Lo que yo detecto en el aula es una desatención tremenda. Porque cuando nosotros tenemos a un niño aprendiendo un cuento en una pantalla, tiene una imagen, pero no está imaginándose ese cuento. Esa parte de la imaginación, de la creatividad, incluso de la reacción a la cara del padre...

A mí hay un tema que me tiene... y es cuando voy a un restaurante y me encuentro a un niño de muy corta edad, sentado con sus padres en una mesa, comiendo, pero al niño le dan una pantalla, y se le priva de esa relación con el padre y con la madre...

Estoy absolutamente de acuerdo. Y no es solo que se le prive de la conversación, es que se le priva literalmente de la interacción. Interaccionar va mucho más allá de las palabras. Antes, cuando estábamos en un restaurante, nos mandaban a jugar entre las servilletas. Es algo que en las generaciones anteriores, sin saberlo, se hacía bien. Porque ese juego con la servilleta es juego simbólico, en el que se desarrolla la parte creativa del cerebro, en el que tienes que imaginar cosas.

Lo que nos está pasando, a nivel social, es más o menos lo que nos pasó con el tabaco o con la cerveza. Ahora sabemos que es adictivo, y lo sabemos también de las pantallas. Es algo que se sabe en ciencia, los datos de hecho son abrumadores, y el desarrollo neurológico se está modificando. La ciencia ya lo dice. Lo que falta son campañas de sensibilización sobre los daños. Igual que ocurrió con el tabaco: los niños fumaban literalmente con seis años. Y sin embargo es algo que asumimos todos cuando se prohibió fumar. Se ha producido una educación en ese sentido y creo que debe haber también una educación digital.

¿Cómo equilibramos la balanza para que los niños crezcan en un mundo invadido por las pantallas?

Hay un dicho africano precioso que dice que "para educar a un niño hace falta la tribu entera". Si cada parte de los que estamos involucrados asumiéramos nuestra parte de responsabilidad, podríamos llegar a grandes cosas. A nivel institucional, debería haber campañas de concienciación sobre el uso adecuado de pantallas y sobre lo que yo llamo "neuromitos de baja intensidad", ese conocimiento erróneo del cerebro que se está generalizando. A mí me llegan padres que me dicen "es que mi hijo sabe mucho más de tecnología que yo" y eso es un concepto erróneo. No saben más que nosotros: saben mover un botón, pero sin embargo no interaccionan bien ni con la pantalla ni con la información.

Es importante que la sociedad del conocimiento, y lo dicen la OCDE y la UNESCO, tenemos que abordar este cambio tecnológico en tres variables: con las campañas, en el aula y los educadores. Como profesora, es mi lucha cada día. Que el alumnado conozca su cerebro para qe pueda interacutar bien con las pantallas, pero sobre todo con la vida. Porque enseñar y aprender es algo multifactorial y en Suecia parece que lo habían olvidado.

¿A qué edad se debería dar una pantalla por primera vez a un niño?

Esto no lo voy a decir yo. La OMS dice, a través de un montón de estudios, que de 0 a 2 años no se puede dar pantalla alguna a un niño. Cero tecnología. Interacción, interacción, interacción. Nos dice después que de 2 a 5 años la recomendación es media hora, pero no es tanto el tiempo como la manera de hacerlo. Tiene que ser un uso guiado que permita al niño aprender que las pantallas no tienen solo un uso lúdico, sino también de aprendizaje. Esto es algo que a mí como profesora de secundaria me cuesta mucho porque yo las uso, y los alumnos se sorprenden de poder usar el móvil para poder saber, por ejemplo, la pronunciación de una palabra.

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