Llega el verano y, con él, la necesidad de protegerse la piel frente al sol. No hacerlo puede ser sinónimo de fotoenvejecimiento, lo que favorece la aparición de arrugas, líneas de expresión y manchas. Más grave aún es que la acción de los rayos UVA puede provocar quemaduras o, incluso, cáncer de piel. Una buena crema solar es el mejor aliado contra estos efectos indeseados de la exposición al sol. A la hora de elegir el protector más adecuado es importante tener en cuenta el SPF o factor de protección solar, un número que aparece en los envases de estos productos y que sirve para indicar el grado de protección. No obstante, existe cierto desconocimiento sobre el significado real de este indicativo. «¿Qué es el SPF? El Sun Protection Factor, en español de Wisconsin, más conocido como factor de proteción solar, es el numerito ese que te viene en los botes de crema y que la gente dice 30, pues 30 minutos de protección frente al sol; 50, pues 50 minutos de protección frente al sol», explica en Instagram Álvaro Fernández, más conocido por su alias, Farmacéutico Fernández. «Pero no, no funciona así», matiza. «Tu piel ya te da una protección de por sí. Normalmente, más cuanto más moreno eres. Si eres muy blanco y te pones al sol sin protección solar, igual tardas cinco minutos en empezarte a quemar. Si eres más moreno, pues a lo mejor tardas 10», ejemplifica. «El SPF es un multiplicador de ese tiempo que tú tardas en empezarte a quemar de forma natural. Es decir, que si tú tardas cinco minutos en quemarte y usas una crema con factor de protección solar del 30, entonces tardarás 5x30 = 150 minutos. Y si es del 50, entonces tardarás 5x50= 250 minutos en quemarte. Si tu piel es más morena y tardas 10, entonces tardarás 10x30 = 300 minutos. Y si usas del 50, tardarás 10X50 = 500 minutos en quemarte», sostiene. En resumen, el SPF, «no es el tiempo que tardas en quemarte, sino que es un multiplicador de la protección natural que te da tu piel». «Esos valores son medidos en condiciones ideales en un laboratorio, donde no hay aire, arena ni agua», aclara Fernández, que recomienda: «En la vida real cada dos horas como mucho lo tienes que renovar y siempre mejor cuanta más protección». Otros expertos en dermofarmacia y cosmética van más allá e insisten en que el protector solar se debe utilizar todos los días del año, incluso cuando el cielo está nublado, ya que, aunque no haya exposición directa al sol, la radición sigue estando ahí. El SPF está pensado para situaciones livianas como dar un paseo o realizar cualquier actividad al aire libre. Si se trata de ir a la playa o a la piscina y exponerse directamente al sol, reforzar la protección solar cada dos horas es imprescindible para evitar quemaduras.