Un dulce hostiazo

Galicia

Casi todas las semanas cae desde los tendales vecinos alguna prenda de ropa. Y entonces, al golpearse contra el suelo, es como si se escuchasen las palabras «Se acabó». Me recuerda a Ciudadanos. Unos días es un accidente y otros un crimen perfecto, porque sus dueños nunca bajan a reclamarlas y al cabo de los días me deshago de ellas como si fuesen deshechos, en vez de pedazos de biografía. A veces parece un suicidio. No cuesta imaginar a un calcetín hastiado, tal vez gastado en el talón por el uso, decidiendo acabar con su vida porque no aguanta más unos pies o unas botas. Al principio, recogía las prendas con agrado, como esa gente deseosa de hacer el bien constantemente, sin tomarse nunca un descanso para hacer entremedias una pequeña putada. Las sacudía, las doblaba y después iba por los pisos superiores preguntando al vecindario si aquellos calzoncillos, aquellas bragas o aquellas camisetas les pertenecían. Se fueron acostumbrando a no bajar nunca a por la ropa caída. No tardé en cansarme de subir yo. Un día cayó una toalla. Olía tan bien y era tan suave que la recogí, me di una ducha rápida y me sequé con ella. Creo que eso me recuerda al PP quedándose con los restos de Ciudadanos.