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Cannes 2023 | Sean Penn patrulla la ambulancia que recoge a todos los estadounidenses sin seguro médico

El actor protagoniza junto a Tye Sheridan, 'Black Flies', adaptación de la novela de Shannon Burke sobre dos paramédicos en los bajos fondos de un Nueva York caótico y sangriento

Sean Penn, Jean-Stéphane Sauvaire y Tye Sheridan presentan 'Black Flies' en Cannes (Photo by Pascal Le Segretain/Getty Images) / Pascal Le Segretain

Sean Penn, Jean-Stéphane Sauvaire y Tye Sheridan presentan 'Black Flies' en Cannes (Photo by Pascal Le Segretain/Getty Images)

Cannes

Nueva York es una de las ciudades más reproducidas por la gran pantalla, hasta el punto que el viajero que acude a hacer turismo por sus calles y rascacielos llega condicionado por cómo el cine y la televisión la han retratado. Conocemos Estados Unidos más por su cine, que por haberlo recorrido in situ. El aura, que diría Walter Benjamin está totalmente alterada por la cámara y la pantalla. Los relatos sobre la ciudad se centran en alabarla, como suele hacer Woody Allen en sus comedias, o en mostrar lo oculto de una ciudad, lo feo, lo abyecto. Scorsese lo hizo en Taxi Driver, y tantos otros directores y directoras. Solo Chantal Akerman se sitúa en un término medio en News from home, retratando una ciudad sin épica en su cotidianeidad.

El francés Jean-Stéphane Sauvaire evita ese término medio, se sitúa en lo más oscuro y oculto de una ciudad, esa parte que, como explica el periodista Sergio C Fanjul en su ensayo La España invisible, no queremos ni mirar de reojo. La pobreza, la exclusión y la violencia en el mundo libre, en el país de los contrastes y la desigualdad. Eso es lo que retrata el cineasta francées que se acercó a la violencia en Johnny Mad Dog, un filme donde mostraba cómo los jóvenes congoleños copiaban la violencia del cine americano en la guerra que libró el país africano.

Sean Penn y Tye Sheridan -estupendos en el filme- son los personajes que bajan a los infiernos, dos sanitarios, conductores de la ambulancia en el este de la ciudad. Encargados de atender emergencias de latinos que resultan heridos por pelas de perros, de personas sin hogar, con brotes de enfermedad mental, mujeres maltratadas por hombres violentos y hombres migrantes con mala salud. En realidad, el viaje es el de Sheridan, actor que debutó con El árbol de la vida y Mud, y que ahora se convierte en un joven traumatizado por la violencia y la muerte. El guion, que firma el novelista Shannon Burke, cuya novela adapta él mismo, que fue precisamente el autor de Syriana, el thriller sobre la CIA que protagonizó George Clooney.

A través de los casos que atienden, el espectador vive de lleno en el infierno que habita en las grandes ciudades. Es Nueva York, pero podría ser cualquier ciudad del primer mundo, que muestra la locura del mundo actual donde la desigualdad ha dejado de importar, la damos por hecha y ahí la dejamos. Criaderos de animales que escapan a los controles sanitarios, policía que llega tarde a poner orden entre pelas de mafiosos, gente que es maltratada en residencias... todo eso pasa en las ciudades, las mismas donde los turistas se hacen selfies con la Estatua de la Libertad o la Puerta de Alcalá.

A pesar de la dureza de la puesta en escena, con el sonido estridente de la ciudad, con las luces y la cámara en movimiento dentro y fuera de la ambulancia, siguiendo de cerca las vidas difíciles de ambos protagonistas, la película tiene algo de testimonio y retrato de un mundo desesperado y lleno de terror, el mundo en que vivimos y que no queremos solucionar. Está el problema de la vivienda, a la que no puede acceder ni un trabajador sanitario en una urbe moderna, está el problema de la sanidad, tratada como un bien de consumo, algo que ya está empezando a ocurrir en España. Está el problema de las masculinidades heridas en un mundo donde la mentalidad de género ha cambiado.

Black Flies trata de condensar en ese viaje por ambulancia todos los males urbanos. El problema es que el guion se enreda en su propio camino. El juego con la metáfora del cielo y el infierno funciona al inicio del filme, pero acaba desbarrando. Terrible es la comparación del joven enfermero, el personaje de Tye Sheridan, con el ángel de la guarda, en esa chaqueta con alas doradas, similares a las del cuadro que cuelga sobre su destartalada habitación compartida con otras familias en Chinatown. Terrible también el vía crucis que vive, en lo personal, donde la violencia que ve durante el trabajo acaba saliendo en su propia relación, sino también en ese abuso y maltrato que sufre por parte de sus compañeros corruptos. Michael Pitt, Katherine Waterston y Mike Tyson completan el reparto de un filme que puede leerse también como la respuesta que da la sociedad al caos. Si Fanjul explicaba que la mayoría de ciudadanos cerramos los ojos a la pobreza, en el filme hay otras opciones, el cinismo de la mayoría de sanitarios para enfrentarse a la dureza de su profesión o la necesidad de emergerse en salvador, como el propio Sheridan.

La esclavitud laboral y el no futuro de los jóvenes chinos en 'Jeneusse'

Mucho más interesante ha sido la otra película en competición, el documental del director chino Wang Bing de tres horas de duración en su primera vez en competición por la Palma de Oro. Al igual que el filme americano, Jeneusse, retrata una parte del mundo completamente olvidada y silenciada. Lugar al que queremos mirar pues somos responsables del sufrimiento de quienes lo habitan, jóvenes, muchos de ellos menores. El director se acerca a la industria textil en su país, que trabaja para las grandes marcas americanas y europeas.

En No logo, famoso y relevante libro, Naomi Klein denunciaba el sistema de esclavitud de marcas como Nike o Addidas, que mandaban la producción de sus zapatillas y ropa deportiva a fábricas en China donde la legislación laboral era apenas inexistente. No había límite de horas, ni de edad para sus trabajadores, con lo que niños menores de edad eran contratados como mano de obra que trabajaba mucho más de ocho horas, por un sueldo de miseria y en locales y fábricas sin ventilación y sin seguridad. Desde entonces, lejos de solucionarse esto, se han sumado nuevas marcas, algunas incluso españolas, como denuncia la periodista Gemma Candela en su tesina Análisis de las actividades deslocalizadoras de empresas transnacionales. Caso de estudio: Inditex.

Wang Bing deja fluir la cámara dentro de esas fábricas, captando conversaciones cotidianas de esos jóvenes que trabajan. Durante cinco años, de 2014 a 2019, justo antes del COVID, su cámara filmó a esos trabajadores de una manera íntima y personal. Tres cámaras que seguían a los protagonistas en su duro día a día, donde también hay espacio, como suele decir Ken Loach, para el amor, la solidaridad de la clase obrera y la amistad. El mundo de los trabajadores textiles ya lo retrato el director en Bitter money en 2016 pero centrado en un grupo de adultos, ahora asistimos a la adolescencia y juventud de unos trabajadores sin recursos. El filme retrata las máquinas de coser, la rapidez de los chicos para pasar pespuntes, doblar, cortar y almacenar la ropa y también las vicisitudes de los jóvenes cuando se ponen enfermos o los juegos y cumpleaños que celebran en el piso compartido. Igual que esas casas que en Black Flies se ubicaban en Chinatown. Las películas tienen otro hilo en común y es que muchos de esos jóvenes sueñan con emigrar a Estados Unidos, donde cambian la fábrica por un bazar o un restaurante, pero las condiciones siguen siendo las mismas con o sin sueño americano, trabajar en régimen de esclavitud.

El documental ha sido un género escaso en el certamen francés, a pesar de que aquí ganó la Palma de Oro el cineasta Michael Moore con Farenheit 9/11. Este año, el director chino está por partida doble. Por un lado, muestra Jeneuse en sección oficial y, por otro, presenta Man in black dentro de las diversas proyecciones especiales de Cannes, donde ya presentó Dead Souls.

No hay florituras estéticas, ni momentos dramáticos, lo que hay es el día a día con sus luces y sus sombras. La clase obrera también ríe, disfruta a pesar de las penurias y se enfrenta a la dureza del trabajo manual y la incertidumbre económica y social. También haysuspense, pues el documental deja abierto el futuro y es que Wang Bing se compromete a volver a seguir a estos jóvenes, en un intento similar al que hace Linklater en su cine, cuando crezcan y seguir su trabajo. Algo que también hizo Jonás Trueba con su documental Quién lo impide.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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