Y qué votamos
"No tener que tomar decisiones atribuladas, que no sabes a dónde te llevarán, haría del mundo un lugar perfecto, claro que sí. Pero ese es un sueño para tontos. No va a pasar"
Galicia
Hacer o no hacer una cosa es una duda que se presenta de incesantemente. Las decisiones importantes, o incómodas, andan a tu acecho. No puedes evitarlas. Te guste o no, jamás se apartan. No tener que tomar decisiones atribuladas, que no sabes a dónde te llevarán, haría del mundo un lugar perfecto, claro que sí. Pero ese es un sueño para tontos. No va a pasar. El mundo es como es, y no hay más salida que hacernos responsables de las incomodidades que nos correspondan al vivir en él. El proceso es casi siempre el mismo: no sabes qué decidir, y después lo decides, y te aguantas. Los miles de pequeños acuerdos que caben en un día normal, aunque conforman una especie de dictadura, apenas molestan por dentro: qué vistes, qué comes hoy, por dónde cruzas la calle, si llamas o no a tu madre. Pero en tu vida habrá un montón de momentos en que no tengas claras tus próximas acciones, y padecerás por ello. Hablamos de esos instantes en los que se produce un choque de sentimientos opuestos, que desembocan en un tornado. Pasarlo mal justo antes de afrontarlos es lo que se entiende por inevitable. Quieras o no, tienes que asumir tus cargas. De modo que dentro de unos días todos nos veremos ante la tesitura de decidir a quién votamos. Quizás sea imposible acertar. Ojalá al menos podamos equivocarnos bien.