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"No soy una señorita, soy una enfermera de hospital": las cartas de Florence Nightingale, la enfermera más famosa del mundo

Reconstruimos la biografía de la sanitaria británica que sentó las bases de la enfermería moderna a través de sus cartas

Cartragrafías: las cartas de Florence Nightingale, la enfermera más famosa del mundo

Cartragrafías: las cartas de Florence Nightingale, la enfermera más famosa del mundo

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Mañana viernes es el Día Internacional de la Enfermería, fecha que coincide con el nacimiento de Florence Nightingale, enfermera británica del siglo XIX, considerada la madre de la enfermería contemporánea. La hemos mencionado en alguna ocasión aquí pero hoy nos hemos planteado acercarnos a su figura a través de sus cartas porque su voz representa a miles de profesionales en todo el mundo que la tienen como referencia y merece mucho la pena recordar su historia.

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Florence, además de destacar por su labor en el campo de la enfermería, por sus libros y artículos era una gran escritora de cartas, escribió unas 13 mil. Cientos están recogidas en varios epistolarios como en "Cartas desde Egipto" que nos sirven de base para reconstruir sus pasos. Era hija de una familia aristócrata y liberal británica, nació en Florencia en 1820, de ahí su nombre. Ella y su hermana recibieron en Londres una muy buena educación y particularmente Florence, demostró tener un don especial para las matemáticas -ciencia que sería fundamental en su trabajo como ahora veremos-.

Un buen día, tras asegurar que había recibido una llamada divina, anunció que quería ser enfermera, trabajo que aún no estaba profesionalizado ni bien considerado –mucho menos para una mujer de su posición-. Su familia se lo tomó muy mal porque además rechazó varias propuestas de matrimonio. No se casaría nunca porque decía que estaba casada con su profesión. Aprendió de forma autodidacta que además tuvo la fortuna de que sus padres -cuando ya aceptaron su decisión- le costearan una serie de viajes para ampliar conocimientos. Visitó países como Francia, Grecia o Egipto que, como tú comentas, estaba un poco más avanzado en este campo. En Lúxor terminó de definir su vocación y llama la atención la calidad literaria de sus cartas que enviaba contando lo que iba descubriendo.

También estuvo en Alemania aprendiendo con una comunidad religiosa que atendía a enfermos y marginados. Cuando regresó a casa ya fue para liderar un instituto dedicado al cuidado de mujeres sin techo. En 1853, estalló la guerra de Crimea, considerada la primera guerra moderna y cien mil soldados británicos acudieron al frente. El periódico “The Times” fue pionero en enviar periodistas oficialmente a un conflicto. Gracias al trabajo de sus corresponsales y a sus cartas desde allí, los británicos pudieron conocer las pésimas condiciones sanitarias que sufrían los soldados. Se sucedían los errores de planificación y sanitarios que fueron casi más letales que las bombas...

Las informaciones encendieron a la opinión pública y cientos de británicos empezaron a escribir cartas ofreciéndose para ir a la península de Crimea para ayudar a los heridos, el periódico habilitó un fondo para recaudar fondos y costear el viaje de grupo de enfermeras lideradas por Florence que mandó una carta a la esposa del secretario de la Guerra donde insistía en su profesionalidad para trabajar en el frente ante las críticas de determinados sectores conservadores:

Querido señor Herbert:

Parece que, en estos hospitales, el administrador considera el lavado de las sábanas y los hombres, un detalle menor y durante las tres semanas que llevamos aquí, aunque nuestras protestas han sido tratadas con perfecta civilidad, ninguna acción para procurar el lavado de los hombres o de la ropa ha sido llevada a cabo. Cuando llegamos aquí, no había palangana, ni toalla, ni jabón en los pabellones, ni personal para la higiene de los heridos excepto por lo siguiente: un baño cada 80 días en la misma bañera para 2.300 hombres. Las consecuencias de todo esto son fiebre, cólera, gangrena, piojos, pulgas, moscas...por el uso de una única esponja entre muchos heridos.

El Gobierno zanjó el debate con un comunicado destacando los valores de Florence. El grupo formado por 34 enfermeras llegó finalmente a Estambul en noviembre de 1854, coincidiendo con la riada de heridos provocada por la batalla de Balaclava. Darían cuenta de la grave situación: malas instalaciones, falta de suministros, de alimentos, de personal, de medidas de higiene, infecciones, tifus, cólera...según denunciaba en sus cartas:

Querido señor Herbert:

Parece que, en estos hospitales, el administrador considera el lavado de las sábanas y los hombres, un detalle menor y durante las tres semanas que llevamos aquí, aunque nuestras protestas han sido tratadas con perfecta civilidad, ninguna acción para procurar el lavado de los hombres o de la ropa ha sido llevada a cabo. Cuando llegamos aquí, no había palangana, ni toalla, ni jabón en los pabellones, ni personal para la higiene de los heridos excepto por lo siguiente: un baño cada 80 días en la misma bañera para 2.300 hombres. Las consecuencias de todo esto son fiebre, cólera, gangrena, piojos, pulgas, moscas...por el uso de una única esponja entre muchos heridos.

Tras una inspección se impusieron sus medidas que parecen sencillas, pero salvaron muchas vidas: limpieza, desinfección, mejora de la ventilación, lavandería. El grupo de mujeres ya se había ganado el respeto de los soldados y de la sociedad británica. Los corresponsales alimentaron la leyenda sobre Florence, bautizada como "la dama de lámpara". Además de por los cuidados médicos, destacaba por el trato hacia los heridos, el tiempo que dedicaba a conversar con ellos...les ayudaba a escribir cartas para sus familias o daba información sobre los fallecidos desaparecidos.

Ya de regreso en Londres, la enfermera ayudó a redactar un informe sobre las deficiencias del sistema, usando sus queridas estadísticas para explicarlo. De los 20.000 muertos ingleses en Crimea, se calcula que un 70% perdió la vida por enfermedades. Creó un fondo de donaciones que le permitió crear una escuela de formación de enfermeras en 1865, considerada la primera escuela de enfermería como tal. Luego haría un increíble trabajo para mejorar los servicios de salud en la India. Sus escritos sentaron las bases de la enfermería que todos conocemos.

Florence tuvo una influencia decisiva en la creación de la Cruz Roja Británica en 1870, su fundador Henri Dunant, dijo que su trabajo en la guerra le inspiró para trabajar sobre el terreno o sobre Linda Richards, otra enfermera célebre, pionera en Estados Unidos. Otros muchos profesionales o humanistas la citan como referencia desde Gandhi a Josefina Castro, enfermera histórica española que tradujo su obra al castellano.

En Internet, la plataforma de la Fundación Index, formada por investigadores, han dedicada a ella. Por ejemplo, cuentan que su sobrina, otra enfermera, fue asesinada en un tren y nunca se resolvió el caso, que en Crimea tuvo contacto con una enfermera mulata olvidada que salvó muchísimas vidas o sus aportaciones al feminismo, insistía en la educación de las mujeres y en su independencia económica.

Florence murió a los 90 años, completamente ciega pero no paró de escribir hasta el final de sus días frases como “Lo que importa no es lo que nos haga el destino sino lo que nosotros hagamos con él”. En la web lanzaron además una iniciativa para recopilar cartas digitales dedicadas a ella desde el presente. Cartas que conectan el presente con el pasado y que nos recuerdan la importancia de cuidar a los sanitarios. Es la única "guerra" que merece la pena.

 
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