Escuchar y recordar

Madrid

Es muy duro porque es una enfermedad sin esperanza. Es una enfermedad que sólo te concede una cuenta atrás. Ha dicho cosas impresionantes. Por ejemplo, que nadie es dueño de su destino. Y acto seguido te relata como empieza todo y resulta que todo empieza con algo que cruelmente parece una metáfora, pero no lo es. Él va al gimnasio todos los días y en lugar de coger más peso, coge menos. Y en eso consiste esa enfermedad, en que de repente el camino hacia atrás y de repente los esfuerzos no son por avanzar más rápido, sino por retroceder más despacio. Romper a llorar solo en el coche porque no puedes dar el intermitente, esconderte para poner los velcros del uniforme haciendo posturas con las manos. A mí eso es lo que más me ha llamado la atención. Y eso me ha llamado especialmente, porque de repente las cosas más sencillas anticipan los asuntos más graves: que de repente no poder mover dos dedos signifique o pueda significar que tengas ELA. Es el vértigo absoluto, la amenaza de muerte que llega por algo tan sencillo como mover un pulgar. Pone los pelos de punta escucharlo. Y se agradece, además, que alguien como él cuente una historia que creo que necesitamos escuchar, de la que necesitamos aprender. Y desde luego que necesitamos recordar.