Wim Wenders: "Los buenos tiempos pasados ya no volverán, la nueva generación no se preocupa del bien común"
El director alemán, autor de títulos como 'París Texas' ha recibido el premio honorífico del Barcelona Film Fest semanas antes de regresar a Cannes con dos nuevas películas
Barcelona
Dice Wim Wenders que es optimista. "Si no lo fuera no me dedicaría a hacer películas", confiesa a la prensa en Barcelona, donde ha venido a recoger un premio honorífico en el marco del Barcelona Film Fest. El cineasta alemán continúa en plena forma. En menos de un mes veremos en el Festival de Cannes dos películas suyas y ya prepara una nueva. "Soy un optimista por el futuro del cine y por el de la sociedad, porque solo los optimistas pueden cambiar el mundo, los pesimistas esconden siempre la cabeza bajo el ala", insistía lanzando una pulla a Woody Allen, director que hacho del pesimismo el centro de sus comedias.
El alemán es consciente de que el tiempo ha pasado, de que hay cosas que no volverán y de que ciertos valores de la sociedad y del cine han expirado. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con el concepto de verdad, ahora que estamos en este tiempo de inteligencia artificial y fake news. "Lo que más ha cambiado es el sentimiento acerca de la verdad" dice sobre cómo la pandemia ha supuesto un antes y un después en la sociedad. "Nadie se pone de acuerdo con qué es la verdad y es una especie en vías de extinción", añade.
"Otra cosa que ha cambiado mucho con la pandemia es que ha dimitido el concepto de lo que es el bien común. Es un concepto que ha desaparecido muy rápidamente y para las nuevas generaciones ya no tiene ninguna importancia. Continuará en declive porque que yo creo que nada vuelve a ser lo que era", insistía el director de películas como ¡Tan lejos, tan cerca! O El estado de las cosas, que le dio el Oso de Oro en Berlín. "Aquellas buenas épocas pasadas han desaparecido totalmente y no volverán, y ahora debemos preguntarnos qué podemos hacer por esta verdad que buscamos y por el bien común". En eso del bien común se va a centrar en los próximos días, en escribir su próximo proyecto que, ha reconocido, versa sobre la paz. "Sin paz no hay verdad y sin paz no hay un bien común”. De hecho, sobre la paz reflexionaba en una de sus películas estrenada en 1987, El cielo sobre Berlín. La Paz para ese alemán perteneciente a una época histórica que salía de la guerra.
Eso será después de su paso por Cannes. La semana pasada se anunció que volvía y por partida doble. Por un lado estará en sección oficial, donde competirá con Perfect days por la Palma de Oro, premio que ya ganó con París Texas. Por otro, presentará el documental en 3D, Anselm, sobre la figura del pintor expresionista alemán Anselm Kiefer: "Me encanta que nadie sepa nada de estas dos películas. No me da miedo competir, acaso un poco de miedo, pero no me preocupa, y puedo decir que son dos películas que no se parecen en nada las anteriores", explicaba ante los medios de comunicación un cineasta que ha dejado grandes documentales como Buenavista Social Club o La sal de la Tierra.
“La edad está sobrevalorada”, decía el realizador que ha cumplido 77 años. Sé que ahora no soy tan joven, pero la edad es irrelevante porque la única cosa que importa es quién eres y qué haces. Esa es la clave”, decía tras citar una canción de Bob Dylan sobre la juventud y cumplir años. Wenders nació en 1945, cuando la derrota de su país, Alemania, tras el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de esos hombres y mujeres que nació en una generación que creció pidiendo perdón y dolorida por lo que sus ancestros habían hecho. La sociedad de la reconstrucción, de no mirar al pasado y de mirar al futuro, a una cultura que no tuviera nada que ver con la que sostuvo a Hitler. Quizá por eso, su cine se impregnó enseguida del gusto americano.
Exponente de la generación del nuevo cine alemán, como Fassbinder o Herzog, empezó a despuntar en los sesenta con un cine que se centra en personajes llenos de incomunicación, aislados y frustrados, quizá como él mismo o como su mirada generacional. Sin embargo, Wenders tiene las cosas claras.
Como director, dice que lo peor escribir en soledad. "Admiro a los directores que escriben sus propios guiones", dice el alemán que solo escribió dos de sus películas. Para el resto siempre ha recurrido a escritores, nombres como el premio Nobel Peter Handke, de quien adaptó El miedo del portero ante el penalty, y el norteamericano Sam Shepard, a quien conoció cuando ya era dramaturgo en Nueva York. "Cuando vi a Shepard me di cuenta que tenía una personalidad explosiva, era alto, delgado, inteligente, no le gustaban los aviones, montaba a caballo y era un personaje muy aventurero; era más grande que la propia vida, pero también era un escritor. Fue uno de mis mejores amigos en los últimos veinte años". Con él escribió Llamando a las puertas del cielo y también Paris Texas.
Volviendo a eso del cambio, Wim Wenders ha alabado una cualidad de Carlos Saura, que siempre había sido admirador suyo. "Saura nunca cambió, siempre fue la gran persona, el gran poeta, el gran director, el gran escritor y estoy seguro que me estará esperando allí arriba para hacer proyectos juntos cuando nos reencontremos", recordaba al director español fallecido el pasado 10 de febrero de este mismo año.
Saura y Wenders entendieron y entienden el cine de la misma manera. Alejado de presupuestos millonarios y de grandes beneficios. "Si crees que las películas son un producto, dedícate a diseñar coches, pero no al cine y aunque te obliguen, ten presente que el cine es cultura y forma parte de la tradición europea más antigua como la literatura o la pintura, como lo son los libros de Cervantes, las pinturas de El Greco. El cine es parte de esa tradición y esa tradición no es industrial", sentenciaba el que ha sido hasta hace poco presidente de la Academia del Cine Europeo.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...