No hacer nada de nada
"Para no hacer nada hay obligatoriamente que acometer muchísimas pequeñas cosas, con lo cual, el concepto de nada se diluye"
Galicia
Irse de vacaciones y no hacer nada de nada, ser un parásito, digamos, es una aspiración legítima e inviable. Para no hacer nada hay obligatoriamente que acometer muchísimas pequeñas cosas, con lo cual, el concepto de nada se diluye. Para empezar, convendría dormir hasta tarde. Porque desde siempre nos parece que eso es vida. Pero no estás acostumbrado y romper con la rutina de madrugar exige un esfuerzo titánico. Seguir en la cama es un talento. Y después hay que desayunar, leer el periódico, ducharse, peinarse, vestirse, mirarse al espejo. Pongamos que estás en un destino de sol y que quieres bajar la playa. Prepararse para la playa puede llegar a disuadirte de ir a la playa. Pero al final vas. Y encuentras ánimos para ponerte crema, que es algo arcaico y odioso. Al fin está todo dispuesto para empezar con esa novela. Estás tentado a decirte «Qué vidorra me pego», pero tienes que espantar de vez en cuando un insecto, distraerte con la belleza, levantarte para bañarte, dirigirte al chiringuito para el primer aperitivo alcohólico, y vuelta a leer, y a mover la toalla, y venga otro baño, y hacer una foto, y comer algo típico, y beber, y la siesta, y el libro, y regresar al apartamento o el hotel. Ya me dirán quién quiere irse de vacaciones en estas infernales condiciones.